El filósofo
alemán Friedrich Nietzsche inmortalizó que la verdad no sería otra cosa que
saber mentir. Equivaldría a decir que no existe la certeza plena y si no hay
certezas lo que habría se podría reducir a una sola palabra… incertidumbre. Pero cuando lo hacemos
con nosotros mismo raya con lo insano, cuando
solemos engañarnos con el ruido general perdemos independencia de pensamiento y
nos justificamos con criterios pesimistas.
Nadie la tiene
comprada, edificamos nuestras vidas a partir de auto-exigencias y mandatos de
seguridades que nada ni nadie nos pueden garantizar. Cuando refiero a seguridad
es en el sentido más amplio de la expresión. Más bien se trata de la energía
que imprimimos para vivir un futuro estable con dedicación viciosa.
Solemos
pretender de la vida certezas como si estuvieran rubricadas en el contrato de
nacimiento. O peor aun los que creemos firmar por merecimiento a lo largo de
nuestra existencia. Por eso nos declaramos frustrados, perseguidos por
maleficios que torturan nuestro destino y no nos permiten ser exitosos.
Vamos exigiendo
y exigiéndonos equidades en un mundo civilizado por el poder y los poderosos.
En los últimos años hemos acuñado una palabra que a mí me suena terrible, ‘empoderamiento’.
Para peor se la ha asociado casi en una expresión no menos altisonante… ‘Empoderamiento
Femenino’. Como si el masculino fuera armado por la vida y que para lograr una
muy justa e innegable paridad le aportaríamos un arsenal a la mujer. ¿No sería
más sano des-empoderar al macho que nosotros los hombres llevamos dentro?
Parecería que
hay que crear una Superwoman para que el varón siendo Superman no se abuse de la
mujer. Ya de por si es una enorme tragedia lo que ocurre. Pues pacifiquemos,
intentemos un desarme para la convivencia, porque de ambas partes se requiere
en igual y justa medida.
Transcurrimos
las horas ensayando quejas que superen la de los demás, sin advertir que
adquirimos la infelicidad en cuotas. Parecería que nos fascina espinarnos las
manos y el alma a diario. Si la felicidad es una construcción instantánea, por edificar
la de pasado mañana no disfrutamos de la aurora boreal con la que despertamos
milagrosamente cada día, ni absorbemos el arco iris que se pinta cada tarde en
nuestra retina espiritual.
Claro que hay
injusticias, pero tal vez ocurran porque no sabemos redactar, ejercer y
respetar la justicia. Claro que existe la inequidad, pero hasta el universo
encuentra su trayectoria y equilibrio tras superar el caos. Nos obligamos a que
los demás crean lo que creemos, y automáticamente encorchamos nuestros oídos
defensivamente. ¿Es más sabio quien impone su decir, o quien discierne lo que
escucha?
Carpe Diem
proponía Horacio el poeta romano. Agradece la inocencia que nos sorprende a lo
Facundo Cabral. Sé feliz, no la intentes
comprar en una góndola del supermercado. Sé feliz con la suerte de estar vivo,
pero sobre todo con la certeza de pensar y existir.
Vivir y existir
no son sinónimos, existir merece un nivel superior porque requiere de
conciencia e interpretación del entorno actual. Una superación personal, un
entendimiento del reino que nos rodea, un acre del paraíso que hemos
encontrado, aunque no sea el que nos prometieron, aunque no el que merecimos o
diste mucho del que soñamos. Sé agradecido de corazón, generoso desde cada uno
de tus poros y tolerante al pensamiento pacífico y positivo. Sé tan materia
como espíritu, particípate del milagro de haber nacido, administra tu ego y
guarda la perspectiva de la realidad histórica. Confía en aquello que llega
desde tus adentros, cultívate y nacerá el entendimiento propio.
Tu vida será
hasta donde tu vida no se seque de existencia, no la desperdicies envidiando
otras que nunca serán la tuya. -
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