Sin haberle pedido autorización a Claudio Portiglia, nos atrevimos a hacer nuestras las palabras escritas en Facebook.
En ellas habla de Daniel Singh. Pudo y supo ver lo que seguramente a decenas de juninenses que se lo cruzaron hoy a Danielito, no se dieron cuenta. “Recién vuelvo de caminar. De ida, en una de las esquinas de Rivadavia, me lo encontré a Danielito Singh. Me llamó. No se lo veía con la sonrisa de otras veces, tampoco me llamó para embromar, como nos gusta. Me preguntó de una si tenía algo. Y, no: había salido a caminar, no llevaba un solo billete encima. "No importa" me dijo.
Hice mi recorrido. De vuelta me lo encontré en otra esquina revolviendo un contenedor. Con él, un par de cartoneros convenientemente equipados. Danielito no tenía nada, sólo su banquito de lustrabotas. Tampoco sé si buscaría cartones, desperdicios o algo; acaso, algo para comer. Esta vez no me vio. Yo sentí dolor y vergüenza.
Daniel Singh es un personaje de la ciudad. Querido por todos. Tiene 70 años (si no los cumplió, está por cumplirlos, porque recuerdo por una entrevista que le hicimos para Plural que es del 55). Todos los días anda por el centro, desde toda la vida. Pero, claro: ya no hay, casi, calzado para lustrar; he visto que le han restringido el acceso a los bares, donde siempre encuentra alguien que le tire una propina; y tampoco funciona la terminal, donde supo rebuscárselas como maletero o ayudando a bajar encomiendas.
Daniel Singh está triste y es seguro que la está pasando mal. Yo no sé de quién es la culpa, tampoco me interesa discutirlo. Lo que sé es que Junín tiene que hacer algo por Daniel Singh. Y, en primer lugar, el Municipio”