Una pausa necesaria para escuchar el rumor de la vida bajo el agua. A partir del 1 de septiembre y hasta el 30 de noviembre, la laguna de Gómez de Junín vive su temporada de veda. No es una prohibición, sino una tregua pactada con la naturaleza. Un ciclo sagrado para la fauna ictícola donde el pejerrey, el rey de la laguna, se dedica por completo a su reproducción. La ley provincial lo dispone para proteger el momento más vulnerable y crucial en la vida de esta especie, cuya actividad reproductiva alcanza su pico en estos meses de primavera.

El ritual queda así reglamentado: solo se permite la pesca deportiva y recreativa los fines de semana y feriados. Entre semana, el silencio y la tranquilidad serán los aliados principales para la perpetuación de la especie. Pero incluso en los días habilitados, la consigna es el cuidado extremo. Quien se acerque a la orilla con su caña deberá respetar a rajatabla el cupo máximo de extracción y el tamaño mínimo de cada ejemplar. En la laguna de Gómez, el límite está fijado en 10 piezas por pescador por día.

La norma es clara y deja fuera de cualquier ambigüedad: durante estos tres meses, quedan suspendidas todas las competencias deportivas que tengan al pejerrey como objetivo. Tampoco hay lugar para la pesca comercial; la prioridad es una sola: la protección. La veda se replica con distintas intensidades y cupos en cada cuerpo de agua de la provincia, reconociendo las particularidades de cada ecosistema.

Es una apuesta al futuro. Un pacto tácito entre los pescadores, la comunidad y la autoridad ambiental. Se pesca hoy con mesura para que mañana el pique vuelva a ser una certeza. Se guardan las redes entre semana para que el espectáculo plateado del pejerrey siga brillando en la laguna de Gómez por muchas temporadas más. La veda no es el final de la temporada, sino la promesa de la siguiente