05/09/2025  -  Nacionales
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A tiros en la Panamericana: el relato en crudo de Emanuel Moriatis tras el robo que estremece al deporte motor
El expiloto y presidente de APAT fue interceptado, baleado y despojado de su Ducati por dos motochorros en plena hora pico de Martínez. “Te sentís a la buena de Dios”, describió el deportista, quien sobrevivió milagrosamente a dos disparos a quemarropa y denunció la absoluta falta de vigilancia y cámaras en la zona

El rugido de los motores y la adrenalina de las pistas son un lenguaje conocido para Emanuel Moriatis. Pero ayer, a las 19 horas en la Panamericana, el sonido que lo paralizó fue otro: el de dos disparos de un revólver apuntándolo a quemarropa. El expiloto de TC y TN, y actual presidente de la Asociación de Pilotos, fue víctima de un violentísimo asalto que dejó al descubierto la cruda inseguridad que se vive en una de las autopistas más transitadas del país.

La tarde del miércoles tenía una rutina familiar: tras pasar el día en el Autódromo de Buenos Aires, Moriatis circulaba en su moto Ducati rumbo a Martínez para buscar a su hijo de su práctica de fútbol. En el corazón de Fondo de la Legua, en plena hora pico y ante la mirada impotente de cientos de automovilistas, su viaje se truncó. Dos individuos en otra moto lo interceptaron con una ferocidad calculada.

“Se me ponen de costado, casi como que me quieren chocar, y me cruzan la moto. El que venía atrás me mostró el revólver, me hace seña como que frene y cuando me hace la segunda seña, pum, tira un tiro para el piso. Automáticamente freno y suelto la moto”, relató el expiloto con la voz aún temblorosa en diálogo con Radio Mitre. La rendición, sin embargo, no fue el final del calvario.

Mientras retrocedía, con el casco aún puesto y sin perder de vista a sus agresores, uno de los delincuentes se abalanzó sobre él para arrebatarle un bolso con todas sus pertenencias. “Me empieza a bolsiquear. ‘Dame todo, dame todo, dame todo’. Todo lo que tenía”. Pero lo peor estaba por venir. Aunque ya estaba despojado de todo y no oponía resistencia, la violencia escaló a un nivel aterrador. Uno de los malhechores lo persiguió varios metros y, en un acto de inexplicable saña, le apuntó y accionó el gatillo a corta distancia. “Cuando venía para atrás como que me mira y después ¡pum! Me tira otro tiro a quemarropa”.

Por un milagro, la bala impactó en el asfalto. “Te juro que te sentís como que ‘estoy a la buena de Dios’”, graficó Moriatis, quien resultó ileso físicamente, pero con una marca imborrable. La ayuda llegó de la solidaridad de un desconocido, un joven llamado Santiago que lo auxilió y lo subió a su auto. La ironía fue macabra: un kilómetro más adelante, encontraron la Ducati abandonada y aún encendida en la banquina, como si el botín hubiera perdido valor para los delincuentes en cuestión de minutos.

La peregrinación posterior a la comisaría más cercana añadió sal a la herida. Lejos de encontrar un operativo de búsqueda o un sistema de cámaras que permitiera identificar a los atacantes, se topó con la desoladora realidad: “Me dicen: ‘No, no hay ni una cámara’. (…) ¿Qué se hace en estos casos?”. Su conclusión fue tan clara como alarmante: la Panamericana, una arteria vital, es una tierra de nadie. “Durante todo el trayecto no vi un solo policía”, sentenció, revelando que hace un mes un amigo suyo vivió una situación idéntica en el mismo lugar.

La historia de Emanuel Moriatis no es solo la de un robo. Es el relato de un hombre que hizo de la velocidad y el riesgo su profesión, pero que se encontró completamente vulnerable en el asfalto que tantas veces recorrió. Es la prueba de que la violencia ya no elige hora ni lugar, y una alerta máxima para todos: si le puede pasar a un expiloto de Turismo Carretera en plena autopista, le puede pasar a cualquiera.

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