El murmullo en el vestuario del Real Madrid tiene un nombre propio que resuena con fuerza: Jude Bellingham. Su silueta, de vuelta en los entrenamientos tras la cirugía de hombro, no pasa desapercibida. Es la reaparición de una figura totémica, pero también el germen de un rompecabezas de lujo para la mente estratégica de Xabi Alonso. Porque en la ausencia del inglés, floreció con sorprendente vigor una nueva joya: el argentino Franco Mastantuono.
El mediocampo merengue, lejos de resentirse, se convirtió en un terreno fértil para la audacia juvenil. Mastantuono, junto al turco Arda Güler, encontró un espacio que supo aprovechar con la frescura de quien llega sin cargas y la calidad de un veterano. Su primer gol en la goleada ante el Levante fue la confirmación de un presente auspicioso. Sin embargo, el periodista que lo interpela después de ese partido le plantea la cruda realidad: "Ahora va a llegar Bellingham, va a ser un poco complicado ¿no? Porque no caben todos".
La respuesta del joven de 18 años no es la de quien ve una amenaza, sino la de un futbolista que reconoce la grandeza. Una risa sincera antecede a una declaración de principios: “¡Increíble jugador! ¡Si podemos jugar con doce, mejor!“. Y entonces se explaya, con una admiración que parece genuina y contagiosa: “Bellingham es increíble, increíble. Un jugador que me impresionó, una persona estupenda y un futbolista único. Sinceramente, digo que nunca vi un jugador como él: mucha jerarquía, presencia dentro del campo. Ojalá pueda jugar cuanto antes, porque nos va a ayudar muchísimo”.
Mastantuono no se guarda nada. Revela que el impacto fue inmediato, desde el primer día en la clínica del club, donde el inglés lo recibió con los brazos abiertos. Es el respeto del novel hacia el ídolo consolidado, pero también la comprensión de que está en un ecosistema donde la competencia es el oxígeno. “Es el que más me ha sorprendido porque tiene una tranquilidad y esa garra para jugar que lo hace un jugador distinto. Nos va a dar una mano increíble”, añade, pensando en el colectivo.
Pero detrás de estas palabras de elogio se esconde el verdadero quebradero de cabeza para Alonso. El regreso de Bellingham, cuya recuperación fue más rápida de lo previsto y lo pone en carrera para el clásico ante el Atlético de Madrid, es un terremoto táctico. ¿Cómo diagramar un mediocampo y una ofensiva que ya funcionan a la perfección con Mbappé, Vinicius, Rodrygo, Endrick, y los propios Mastantuono y Güler? La ecuación no cierra. Alguien, inevitablemente, cederá minutos.
La gestión de la abundancia será la prueba de fuego definitiva para el legado de Xabi Alonso en el banquillo. Deberá encontrar el equilibrio entre la jerarquía indiscutible de Bellingham y la promesa fulgurante de Mastantuono, sin romper la química de un equipo "contundente y victorioso en todos los frentes". El argentino, por su parte, parece haber entendido las reglas del juego desde el primer momento. Llegó hace un mes, dejó atrás a su familia en Argentina, y encontró en el vestuario madridista un refugio de humildad, donde figuras como Carvajal o Mbappé lo hicieron sentir "como en casa".
Mastantuono lo resume con una visión que trasciende su situación personal: “Tengo mucho para dar y el equipo también. Creo que este año va a ser increíble”. La temporada promete serlo, sin duda. Pero el primer gran drama, el de la alineación titular, ya está servido. El regreso del rey al tablero obliga a mover las piezas, y Alonso tiene en sus manos el delicado arte de no apagar ninguna de las chispas que hoy iluminan el Santiago Bernabéu