El ojo clínico del Comité Disciplinario de la Major League Soccer no perdona ni el más mínimo detalle. En una liga que busca consolidarse con un juego limpio y alejado de los vicios del viejo mundo, una jugada efímera, de apenas segundos, le valió a Rodrigo De Paul una sanción económica. No fue una entrada brutal, ni una agresión. Fue un gesto: la mano llevada al rostro de manera anticipada, una exageración que, para la liga, mereció un castigo ejemplificador.

El episodio ocurrió en el minuto 26 del partido que el Inter Miami ganaría contundentemente por 4-0 al New York City FC. Mientras protegía el balón, Andrés Perea impactó con su brazo en el hombro de De Paul. La reacción del mediocampista argentino fue instantánea: se desplomó en el césped agarrándose la cara, en una clara búsqueda de la falta que el árbitro terminó cobrando. Las imágenes, sin embargo, fueron contundentes para el comité: el contacto fue real, pero la ubicación del dolor, no.

La sanción, una multa de monto no revelado, no implica la suspensión del jugador. De Paul estará disponible para Javier Mascherano en el partido de este sábado ante el Toronto FC, un rival ya eliminado que se presenta como un escalón más en la búsqueda del Supporters’ Shield. La medida no es más que un golpe en la muñeca, pero su eco es significativo. Es un mensaje de la MLS hacia sus estrellas: el espectáculo no debe construirse sobre la simulación.

Mientras el Comunicado Oficial se difundía el viernes, en el Inter Miami la noticia fue apenas un ruido de fondo. El equipo de Mascherano, con Messi como faro, ya tiene su boleto a playoffs asegurado y su mirada está puesta en un objetivo mayor. Con 55 puntos y dos partidos menos, el sueño de liderar la Conferencia Este está vivo. La sanción a De Paul es una anécdota, una pequeña mancha en un panorama que pinta para histórico. Sin embargo, sirve como recordatorio: en la MLS, hasta los gestos de las figuras más grandes están bajo revisión