El ranking de la FIFA es una fotografía que no miente: San Marino ocupa el puesto 210, el farol rojo del fútbol mundial. Su historial es un tratado sobre la resistencia ante la derrota: tres triunfos en 219 partidos oficiales, todos contra el mismo rival, Liechtenstein. Sin embargo, en este preciso instante, la selección de un país de 34.000 habitantes contempla, desde el abismo, la posibilidad concreta de disputar un playoff para el Mundial de 2026.
La clave reside en el nuevo laberinto diseñado por la UEFA. Europa tiene 16 cupos. Doce van para los líderes de grupo y los otros cuatro se deciden en un repechaje para 16 equipos: los 12 subcampeones y los cuatro mejores campeones de grupo de la Nations League que no hayan terminado primeros o segundos en la clasificación mundialista. Ahí, en la última categoría de la Nations League, la Liga D, es donde San Marino talló su hazaña: por primera vez en su historia, lideró un grupo. Dos victorias ante Liechtenstein y un empate con Gibraltar le dieron un título inédito y una hipotética llave para la lotería del playoff.
Pero esta es una esperanza que no depende de ellos. Es una fantasía construida con fichas de dominó ajenas. Para que San Marino ocupe una de esas cuatro plazas de campeones de la Nations League, necesita que la mayoría de los equipos fuertes que ganaron sus grupos en esa competencia (como República Checa, Suecia o Rumania) ya se hayan clasificado directamente como primeros o segundos en las Eliminatorias. Si estos equipos fracasan, le quitan el lugar.
El partido del 18 de noviembre entre Rumania y San Marino es el epicentro de esta paradoja. San Marino necesita perder, y hacerlo por una abultada diferencia. ¿La razón? Rumania, que actualmente es tercero en su grupo, requiere una victoria contundente para superar en diferencia de goles a Bosnia y Herzegovina y arrebatarle el segundo puesto. Si Rumania lo consigue, se clasificaría directamente para el playoff como subcampeón, liberando así la plaza de la Nations League que ambiciona San Marino. En el extraño universo sammarinense, una goleada en su contra es un triunfo estratégico.
La ecuación no termina ahí. El camino solo se despeja si una constelación de resultados favorables se alinea: Inglaterra, Noruega, Gales, República Checa, Suecia, Macedonia del Norte, Irlanda del Norte y Moldavia deben clasificar como líderes o segundos en sus grupos. Cada uno de estos éxitos ajenos es un ladrillo que construye el puente hacia el sueño imposible.
Mientras tanto, la realidad en la cancha es cruda: en las Eliminatorias actuales, San Marino lleva 32 goles en contra y solo uno a favor. Pero en el fútbol moderno, donde los formatos se complejizan, hasta la nulidad más absoluta puede encontrar un resquicio por donde colarse. El equipo que nunca ganó, que siempre fue el chiste fácil, ahora mira el tablero continental con la esperanza de que todos los demás ganen, menos ellos, para que su derrota final se convierta en el pasaporte hacia la gloria