
El reloj marcaba una cuenta regresiva implacable. Entre su primer grito de "¡Viva Argentina!" con la albiceleste en Miami y el grito gutural del gol en el Allianz Parque de San Pablo, pasaron menos de 24 horas. José Manuel López, el flaco que en Lanús soñaba con esto, comprimió en un día la carrera de muchos: debut soñado, avión chárter, vuelta a Brasil y gol. Un guion que la realidad suele negar, pero que él firmó con una determinación de acero.
El martes por la noche, López era noticia en Estados Unidos. Vestía por primera vez la camiseta de la Selección Mayor, asistía a Alexis Mac Allister y se bañaba en los aplausos del DRV PNK Stadium. Apenas bajó los brazos, ya estaba subiendo a un avión. La directiva de Palmeiras, con Leila Pereira al mando, no dejó nada al azar: un vuelo fletado esperaba para repatriarlo junto a Aníbal Moreno. La misión era clara: tenerlos listos para la guerra del Brasileirao.
El cuerpo técnico de Abel Ferreira lo guardó. Lo miró desde el banco, midiendo el pulso del partido contra un Bragantino que se había adelantado y que amenazaba con complicar la lucha por el título. Cuando el encuentro entraba en su etapa final, llegó el momento. Doce minutos le bastaron. Doce minutos para borrar el cansancio, el jet-lag y cualquier duda. López, con la frialdad de un killer, apareció donde tenía que estar y empujó el balón hasta las mallas. El 5-1 final no fue solo un resultado, fue un mensaje.
Con ese gol, su décimo en el Brasileirao, el correntino ya suma 23 anotaciones en 52 partidos con el Verdao. No es solo un delantero en racha; es una bandera. Mientras Palmeiras lidera el campeonato, él persigue a Kaio Jorge en la tabla de goleadores, a solo cinco unidades. Pero más allá de los números, su gesta deja una imagen imborrable: la de un jugador capaz de cruzar continentes para cumplir con dos amores en un suspiro.
Detrás de esta hazaña individual late una máquina perfecta. La logística de Palmeiras convirtió lo imposible en viable. López y Moreno no solo jugaron dos partidos en menos de un día; lo hicieron con una entrega que desarma cualquier excusa. Mientras el fútbol mundial debate sobre calendarios asfixiantes, ellos escribieron su propia respuesta sobre el césped.
En el vestuario, los elogios llovieron. La entrega del "Flaco" es la clase de gesta que une a un plantel. “Este año empecé a disfrutar el fútbol, a creérmela un poco más y todo fue pasando”, había confesado tras su debut albiceleste. Esa fe, ese no dar nada por sentado, se tradujo en un viaje de ida y vuelta que terminó con la pelula en la red.
Mientras Palmeiras sigue su marcha hacia el título local y se alista para las semifinales de la Libertadores contra Liga de Quito, la historia de López queda como un recordatorio: los campeones no miran el reloj, sino la oportunidad. Y él, en 24 horas, fue campeón dos veces