17/12/2025  -  Deportes
La herida que no cicatriza
Una charla cruda con Juan Esnáider: el día que el fútbol dejó de importar y el vacío de una Navidad eterna.

La voz no se quiebra, pero carga con un peso que atraviesa la pantalla. Juan Esnáider, el “Guaje” de golpe rápido y carrera estelar, habla con una claridad que duele. “Una sola vez la vida fue dura conmigo. Eso es duro. Lo demás son todas boludeces”. La frase, lanzada en el estudio de un programa español, suspende por un instante el ruido habitual del fútbol-espectáculo. Se refiere al 25 de diciembre de 2012, el día en que su hijo Fernando, de 17 años, perdió la batalla contra una enfermedad terminal.

“Lo peor que te puede pasar en la vida”, repite el ex delantero de Ferro, Real Madrid, Zaragoza y la selección argentina. Y lo dice desde un lugar de una honestidad brutal: frente al dolor de esa pérdida, todo lo demás –incluidas sus glorias, sus polémicas, incluso aquella sanción histórica de la AFA que lo alejó de la Albiceleste– se reduce a nada. A “tonterías”. El hombre que alguna vez fue noticia por cabezazos a árbitros o goles en clásicos hoy mide el valor real de las cosas desde una trinchera mucho más íntima y devastadora: la de un padre que enterró a su hijo.

“Jamás se recupera uno de eso”, sentencia. No hay aspavientos, ni lágrimas forzadas. Solo la certeza del que sabe que ciertas heridas no cierran. Cuenta que, junto a su esposa, eligieron hablarlo todo. Llorar cuando hiciera falta. Sostenerse el uno al otro. “Intentaré no ponerme mal, pero…”, deja la frase en el aire, y ese “pero” lo contiene todo.

Fernando también jugaba al fútbol. En las inferiores del Getafe. “Y lo hacía bien el cabrón, lo hacía bien”, dice Esnáider con una sonrisa que se mezcla con la nostalgia. “Era horrible jugando al fútbol, era muy malo, pero jugaba… Un gran pibe. Una maravilla. Lo extrañamos mucho”. En ese recuerdo, el orgullo de padre le gana al análisis técnico del ex futbolista.

La Navidad, para muchos sinónimo de festejo, para él es solo una fecha más en un calendario del duelo. “Todos los días son duros. Depende de cómo me levante, el ánimo que tenga”. No hay fecha redonda que mitigue la ausencia. La vida, desde aquel diciembre, se divide en un antes y un después.

Mientras repasa su carrera –los goles en Madrid, la Recopa de Europa con el Zaragoza, el título con River, sus pasos como técnico–, queda claro que nada de eso ocupa el primer plano en su memoria emocional. Hay una jerarquía del dolor, y en la cima, sola e inmutable, está la pérdida de Fernando.

Hoy, a los 52 años, Esnáider habla con una serenidad que solo da el haber tocado fondo. No pide compasión. No dramatiza. Solo expone, con una crudeza poco común, una verdad universal y a la vez desgarradoramente personal: hay golpes que la vida no devuelve. Y ante ellos, hasta la leyenda más grande del fútbol se queda en silencio, siendo apenas un hombre con un vacío que lo acompañará para siempre

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