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Citla aprendió a sobrevivir cazando y aceptando alimento de quienes lo visitaban. Con el tiempo, se convirtió en algo más: un guía silencioso. Tenía la capacidad de detectar a los escaladores extraviados entre la nieve, de anticiparse al peligro, de ladrar con fuerza cuando alguien necesitaba ayuda.
Varias veces fue visto liderando a personas desorientadas hasta la seguridad del refugio. Una de las historias más recordadas es la de una familia atrapada en una nevada repentina. Estaban perdidos, exhaustos. Pero Citla apareció entre la bruma, y ellos lo siguieron. Gracias a él, sobrevivieron.
Murió el 28 de septiembre de 2017, víctima de un tumor hepático. Fue enterrado con honores a más de 4,000 metros de altura, en el valle del Encuentro. En su tumba sencilla, hecha de piedras y flores, descansan sus restos… pero su historia sigue subiendo la montaña cada año con quienes aún lo recuerdan.
Citla no fue solo un perro. Fue el alma del volcán. Un espíritu libre que eligió cuidar a los hombres en uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra. Un verdadero ángel de la nieve.
Fuente: Datos históricos