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No hay quien no recuerde el séxtuple crimen de La Payanca, estancia ubicada en el partido de General Villegas
El 1° de mayo de 1992, un vecino del Paraje ubicado a 30 kilómetros de Villegas se iba a acercar a la comisaría para dar cuenta que algo anormal ocurría en la estancia La Payanca.
No era habitual que se escapen animales y menos aún, la presencia de un tractor abandonado.
Las autoridades policiales recién iban a acercarse, una semana después, para encontrarse con un escenario dantesco.
Seis cuerpos con evidentes signos de violencia, tanto producto de golpes como heridas producidas por armas de fuego.
La noticia iba a repicar en todo el país, llegando a ser conocido el hecho, como La masacre de La Payanca.
Las víctimas eran: María Esther “Chila” Acheriteguy, de 46 años, propietaria de la estancia ; José Luis “Cascote” Gianolio, de 22 años, hijo de Chila –; Francisco Luna, un linyera que hacía changas en el campo. Su cuerpo fue encontrado en un galpón; Alfredo Raúl Forte, a 1.500 metros del casco de la estancia; Eduardo Javier Gallo, el tractorista y Hugo Omar Reid, un albañil de 22 años.
Todos presentaban golpes y heridas producidas por armas de fuego.
Un hallazgo macabro fue el de dos gatos muertos con sus colas en cruz, formando una equis.
Otra hija de la estanciera, Claudia, vivía en CABA junto a su marido, el actor Marcos Estell.
A lo largo de la primera etapa de la investigación hubo detenidos que finalmente iban a ser liberados y 33 años después, el séxtuple crimen de La Payanca permanece impune.
HOY, NOTICIA
Se Reavivó la tragedia hace poco menos de diez días cuando enterrada en un galpón apareció un arma de fuego.
El hallazgo estuvo en manos de un joven de 28 años, vecino de Villegas, que estaba autorizado a ingresar a juntar leña.
Mientras intentaba capturar pichones de búhos y levantaba maderas y materiales del piso dio con una caja de madera destruida por el paso del tiempo y un arma en su interior.
Inmediatamente dio aviso a las autoridades y a medida que la información trascendió, se transformó en una última cuota de esperanza por esclarecer los crímenes “sin autores”.