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En mayo pasado, mientras obreros demolían y excavaban en un terreno lindero al chalet donde vivió Gustavo Cerati (Avenida Congreso 3742, barrio de Coghlan), se descubrieron 151 fragmentos óseos junto a objetos personales —un reloj Casio de los años 80, una suela, corbatín y moneda japonesa— marcando el inicio de una investigación que parecía condenada al olvido.
Tras el análisis forense del EAAF, se confirmó que los restos pertenecían a Diego, un adolescente de 16 años que desapareció el 26 de julio de 1984 en Belgrano. El cuerpo presentaba heridas punzantes en las costillas y cortes en el fémur izquierdo, compatibles con un homicidio seguido de un intento de desmembramiento. La identidad fue establecida mediante una prueba de ADN que coincidió con una muestra aportada por su madre.
La fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Nº?61, a cargo del fiscal Martín López Perrando, abrió formalmente la causa como “averiguación de delito”. Aunque el presunto crimen estaría prescripto, la investigación continúa para reconstruir los hechos y entrevistar a los ocupantes de la vivienda en 1984 —una mujer mayor y sus hijos, de apellido Graf— que vivían en la propiedad contigua al hallazgo.