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La rutina de la Autovía 7, esa larga cinta de asfalto que une localidades del oeste bonaerense, se quebró abruptamente en la tarde de este viernes. A la altura del kilómetro 230, en las puertas de O’Higgins, el silencio de la campiña fue interrumpido por el chirrido de gomas y el estruendo metálico de un vuelco que pudo terminar en tragedia.
Allí, sobre el cantero central y en posición invertida, quedó tendido un Volkswagen Nivus, su carrocería plateada brillando bajo el sol como un monumento al susto y la fragilidad. El vehículo, que moments antes circulaba con rumbo a Junín, había mordido la banquina de manera violenta. Ese fue el punto de no retorno: el auto despistó, cruzó la calzada y, en una secuencia dramática, capotó para quedar detenido boca abajo, en el lugar exacto que divide las dos direcciones de la ruta.
La escena, de caos y confusión inicial, pronto se transformó en un operativo de precisión. La noticia movilizó de inmediato a todo el entramado de seguridad y auxilio de la zona. Personal policial de la comisaría de O'Higgins tomó el control del lugar, asegurando la escena del siniestro para evitar nuevos peligros. Junto a ellos, agentes de Corredores Viales trabajaron para ordenar el tránsito, que comenzó a fluir con lentitud pastosa alrededor del obstáculo inesperado.
Pero la tarea más urgente era una: la vida del conductor. Un hombre de 39 años que, milagrosamente, conservaba el pulso aferrado a la existencia dentro de ese amasijo de metal. El servicio de emergencias médicas se abocó a su asistencia con profesionalismo y celeridad, trabajando contra reloj para stabilizarlo y extraerlo de su prisión automotriz.
Mientras las grúas llegaban para remover el vehículo y restablecer la normalidad en la ruta, la pregunta crucial flotaba en el aire, tan pesada como el olor a gasolina y tierra revuelta: ¿Qué sucedió? ¿Un desvanecimiento, un animal cruzado, un segundo de distracción fatídica? Las causas que llevaron al conductor a perder el control de su Volkswagen Nivus son, por ahora, un enigma. Un caso abierto que queda en manos de la investigación pericial.
La Autovía 7, testigo mudo de incontables historias, suma hoy otra. Una de esas que se cuentan con alivio, porque el final, aunque con un hombre lastimado y conmocionado, no fue mortal. Un recordatorio brutal de que en la ruta, a veces, un solo segundo basta para que todo dé un vuelco