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A finales del siglo XVII, diseñó una de las primeras campanas de buceo funcionales: un dispositivo innovador que permitiría a los humanos permanecer sumergidos durante largos periodos. Su estructura era tan ingeniosa como arriesgada.
La campana estaba hecha de madera recubierta de plomo. En la parte superior, un panel de vidrio dejaba pasar la luz. En su interior, una válvula permitía liberar el aire viciado. Para mantenerla estable, se le colocaban pesados contrapesos en la base.
Pero lo más revolucionario era el sistema de renovación de aire: barriles de aire comprimido eran enviados desde la superficie por medio de tubos, lo que permitía prolongar la estancia bajo el agua sin necesidad de emerger.
Halley también imaginó una solución para ampliar la movilidad de los buzos: una campana individual en forma de casco, construida en chapa metálica. Aunque reconoció los riesgos de esta variante, dejó entrever su ambición de llevar al ser humano aún más lejos bajo el océano.
La imagen que ilustra este invento, grabada en madera por el artista francés P. Broux, fue publicada en Les merveilles de la science (1870), una obra de divulgación escrita por Louis Figuer. La leyenda original dice: Cloche de Halley.
No se sabe con certeza si su versión portátil llegó a utilizarse, pero lo cierto es que Halley dejó una huella mucho más profunda que en los cielos: también se atrevió a explorar el abismo.
Fuente: Datos históricos