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Lunes, 13 Octubre 2025
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El pacto de sangre azul y oro
La historia secreta entre Riquelme y Russo: un reencuentro estratégico, una despedida digna y la promesa final que selló una amistad más allá de los resultados.
Lunes, 13 de Octubre del 2025 - 16:20 hs.
El pacto de sangre azul y oro

La cosa no había quedado del todo bien. El despacho en 2021, tras algunos malos resultados, tenía el sabor amargo de lo abrupto. Riquelme, con el antipático rol de finiquitar ese segundo ciclo, tomó la decisión: era momento de cambiar y Sebastián Battaglia emergía desde la Reserva. Para muchos fue injusto. Russo había ganado la Superliga en aquel sprint final épico, levantó la Copa Maradona, llevó al equipo a semifinales de la Libertadores y se encargó de eliminar a River en dos ocasiones. Pero aunque Román fue el mensajero de la mala noticia, jamás le soltó la mano. Y Miguel, en un gesto de comprensión que habla de una amistad que trasciende los cargos, lo supo siempre.

Ese hilo invisible los unió en el lugar más exótico. A pocos días de que Russo firmara con Al Nassr de Arabia Saudita, Boca viajó para un amistoso contra el Barcelona. Fue en diciembre de 2021, en un hotel de Medio Oriente, donde el DT ya desvinculado y el vicepresidente se sentaron a tomar un café. Hablaron del pasado, del presente de Battaglia y del futuro. Miguel intuía que esa sería su última aventura en el exterior; un viaje para hacer una diferencia económica y sacarse la espina de una cultura distinta.

El reencuentro en Rosario Central, su quinto mandato, volvió a poner sus caminos en paralelo. En abril de 2023, en el Gigante de Arroyito, Russo explotó de una manera inédita, fue expulsado y se lo vio desencajado. Días después, Riquelme lo regañó en público con un tono entre paternal y cómplice: “Me extrañó lo de Miguel… Hablo todos los días con él. Quiso hacer un poquito de tiempo, eso no está bien. Estamos grandes para eso”. Ese reproche, hoy se lee como un mensaje en clave: una corrección entre hermanos para que no se descarriara, porque su historia juntos no había terminado.

Las señales se multiplicaron. Cuando Russo conquistó la Copa de la Liga 2023 con Central y eliminó a River, en su conferencia de prensa surgió un agradecimiento espontáneo a Román por un mensaje privado. Eran diálogos directos en público, sin que ningún periodista los preguntara. Mientras tanto, en Boca, los ciclos de Almirón, Martínez y luego Gago se sucedían con altibajos. La eliminación en el repechaje de la Libertadores 2025 ante Alianza Lima, con el bochorno del cambio de arquero en los penales, quebró la paciencia de Riquelme y dejó al "Pintita" en la cuerda floja.

En paralelo, un Russo ya enfermo pero lúcido como nunca, le confesó a su ayudante de campo en un viaje a Rosario: su próximo y último paso en el fútbol sería dirigir a Boca en el Mundial de Clubes. “Él quería terminar en Boca, ya sabía que venía su último período de vida”, revelaría después su colaborador. Miguel lo veía claro donde otros solo veían incertidumbre.

El tiempo apremiaba. Con Gago fuera y Herrón como interino, Riquelme ya se había convencido. No era solo una cuestión táctica o de resultados; era darle a su amigo la posibilidad de despedirse con los botines puestos, de forma digna, en la elite mundial. El margen era mínimo, pero Russo estaba decidido a rescindir en un San Lorenzo fracturado y mudarse por última vez a La Boca. Quería esa foto final.

Y la consiguió. Dirigió en el Mundial de Clubes, frente al Benfica y el Bayern, con el pecho inflado de orgullo azul y oro. La victoria deportiva fue esquiva, pero la personal fue monumental. Había vuelto a casa.

El tiempo, entonces, empezó a agotarse de verdad. Las críticas por los malos resultados crecieron, los comentarios sobre su estado físico se hicieron insistentes. Pero Miguel y Román guardaron silencio, pusieron la otra mejilla, nunca rompieron su pacto. Un pacto de amor por los colores y por una amistad que solo ellos entendían en su total dimensión. Un pacto que muchos, demasiados, solo comprendieron el 8 de octubre, cuando Miguel dijo adiós. Se fue donde siempre quiso estar, arropado por la institución que amaba y por la mano firme del amigo que jamás lo soltó