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Lunes, 13 Octubre 2025
Diario Junín | Deportes             105
El Monumental, desierto verde
En una tarde de lluvia y agonía, Sarmiento escribió con esfuerzo y temple una página gloriosa en Núñez. Con un plan maestro de Sava y un gol de Morales Bravo, el Verde soportó el asedio, la mufa y hasta un gol anulado en el epílogo para lograr una victoria histórica que dejó a un River sin ideas postrado en su propio templo.
Lunes, 13 de Octubre del 2025 - 09:17 hs.
El Monumental, desierto verde

El himno ya sonaba a despedida, la lluvia mojaba las esperanzas y el Monumental, en un rugido colectivo, creyó haber encontrado en el descuento el milagro que la tarde le negaba. Borja empujó el balón adentro, la explosión fue catártica, pero en la silenciosa pantalla del VAR se gestaba el final más cruel y, a la vez, el más justo. Un minuto después, la escena era diametralmente opuesta: el banco de Sarmiento, convertido en una mancha verde de cuerpos abrazados y jugadores arrodillados sobre el césped, celebraba con lágrimas y alaridos una de las hazañas más grandes de su historia.

Por segunda vez en los anales, Sarmiento derrotó a River Plate en el Monumental. Fue por 1 a 0, este domingo, con un gol de Iván Morales Bravo que valió oro, por la duodécima jornada del Torneo Clausura. Pero el resultado, frío en la planilla, es apenas un eco de la gesta. Esto fue una lección de fútbol, de inteligencia táctica y de corazón desbordado.

Facundo Sava, el estratega, llegó a Núñez con tres variantes y un cambio de sistema. Plantó un 4-4-2 anímico, con Contrera y Arismendi desgastando las bandas y una defensa baja que usaba a Pratto como pivote y a Morales Bravo como un cohete listo para picar al espacio. River, también con un 4-4-2 pero de espíritu distinto, fue dueño de la pelota y del terreno, pero nunca del partido.

Antes del gol, River tuvo su momento de ilusión: un error de Acosta que Galoppo no supo capitalizar y un remate lejano de Nacho Fernández que el arquero visitante despejó. Fue el preludio de la herida. A los 29 minutos, tras un tiro libre, la secuencia fue letal: Vigo disparó de media distancia, Armani dio un rebote carnoso y allí apareció Morales Bravo para definir entre sus piernas. El silencio millonario fue ensordecedor.

El gol, quizás excesivo premio para el dominio territorial local, le cambió el ritmo cardíaco al partido. River perdió la claridad, las decisiones se nublaron. Y Sarmiento, lejos de encerrarse, pudo liquidarlo: una pared sublime por derecha encontró a Arismendi solo, pero mal perfilado ante Armani. Inmediatamente, Bustos se fue al área en un contraataque veloz y otra vez el arquero fue el héroe local, acción que repitió luego ante un zapatazo de Galoppo que se colaba en el ángulo.

El segundo tiempo fue el manual del "sufrimiento glorioso". Gallardo mandó a Borja a buscar el gol, pero Sava, visionario, respondió con el ingreso de Seyral para armar una línea de tres en defensa y anular a los delanteros rivales. River se volvió previsible: centros, esquinas y una desesperación creciente. La pelota caía una y otra vez en el área de Acosta como una condena bíblica.

Hasta que llegó el momento de la locura. Paulo Díaz, desesperado, cruzó la mitad de la cancha sin oposición y sacó un cañonazo desde 30 metros que estrelló en el travesaño. El poste dijo que no. Y como en un espejo, Sarmiento salió al otro arco y Giménez, el ingresado, la tuvo de volea para el 2-0, pero elevó su remate.

Luego vino el diluvio, la insistencia final, el asedio sin ideas. Y finalmente, el gol anulado de Borja. La montaña rusa emocional que terminó con el Verde estallando de felicidad y un River Plate, mudo y vacío, contemplando cómo un equipo con menos nombre, pero con más coraje y mejor plan, se llevaba una victoria que sabe a eternidad. Sarmiento no solo ganó: se ganó el respeto de todo el fútbol argentino