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Historias para recordar
Caballos que aprendieron a vivir sin ver la luz del día
Incluso bajo tierra existía lealtad, coraje y compasión.
Domingo, 09 de Noviembre del 2025 - 09:53 hs.
Caballos que aprendieron a vivir sin ver la luz del día

Durante más de un siglo, hubo caballos que nunca vieron el amanecer.

Vivieron bajo tierra, respirando polvo y oscuridad, entre el ruido metálico de las minas de carbón y el cansancio de los hombres que las excavaban.

Eran los Conogons, caballos mineros descendientes de las razas de Shetland, pequeños pero resistentes, lo bastante fuertes para tirar de los pesados vagones por los túneles estrechos del subsuelo.

Fueron exportados desde Escocia a Inglaterra en el siglo XIX.

Allí nacían, trabajaban y morían sin conocer el sol.

Tiraban de hasta ocho vagones de carbón cada día, soportando jornadas interminables en galerías donde el aire era escaso y el ruido constante.

Pero, incluso en ese infierno, conservaron algo profundamente humano: la dignidad.

Sabían cuándo un carro pesaba demasiado y se negaban a moverse.

Reconocían el final de su jornada y, aun en la oscuridad absoluta, encontraban el camino de regreso a sus establos subterráneos.

Generación tras generación, compartieron con los mineros una vida de silencio y fatiga.

Los hombres los trataban como compañeros, no como herramientas: hablaban con ellos, los acariciaban, y a veces lloraban junto a ellos cuando uno moría.

Aquella vida oculta bajo tierra terminó el 3 de diciembre de 1972, cuando Ruby, la última yegua minera, salió a la superficie.

Emergió de la oscuridad adornada con flores, mientras una orquesta tocaba a su alrededor.

A su paso, los mineros aplaudían en silencio, como si despidieran a una compañera de trabajo, no a un animal.

Ruby simbolizó el final de una era:

la de los seres que soportaron el peso del progreso sin pedir nada a cambio.

Hoy, una escultura llamada “Conogon” en el Museo-Reserva Red Hill recuerda su sacrificio.

Y cada vez que un haz de luz entra en una mina abandonada, parece rendir homenaje a esos caballos que aprendieron a vivir sin ver el día.

Porque hubo un tiempo en que incluso bajo tierra existía lealtad, coraje y compasión.

Fuente: Datos históricos