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Sábado, 22 Noviembre 2025
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El Milagro Granate: de la C a la final de la Sudamericana, la hazaña de un club que reinventó el éxito
Hubo un tiempo en que Lanús era sinónimo de crisis, juicios y tercera categoría. Hoy, a punto de jugar otra final continental, es el modelo a seguir en el fútbol argentino. La historia de una transformación única, forjada desde las bases y sostenida por una idea inquebrantable.
Sábado, 22 de Noviembre del 2025 - 12:00 hs.
El Milagro Granate: de la C a la final de la Sudamericana, la hazaña de un club que reinventó el éxito

Si en 1978, mientras se hundía en la C, a alguien le hubieran dicho que ese club con una tribuna de madera, 2.000 socios y un futuro incierto se convertiría en un gigante continental, la profecía habría sonado a delirio. El descenso a la tercera categoría era solo el epílogo de una debacle. Pero allí, en las profundidades, empezó a germinar una de las historias de reconstrucción más extraordinarias del fútbol argentino.

El retorno fue lento, trabajoso. De la C se salió en 1982, pero la consolidación en Primera División llegaría recién una década después, de la mano de Miguel Ángel Russo. La verdadera señal de que el rumbo cambiaba para siempre fue la Copa Conmebol de 1996. Ibagaza, Roa y ‘Chupa’ López firmaron la primera gran hazaña internacional, la prueba de que Lanús podía soñar en grande.

Sin embargo, el quiebre definitivo, el que redefinió su ADN, llegó en 2007. Fue con Ramón Cabrero y un mensaje simple pero revolucionario: “Vamos, vamos los pibes”. Esa frase encarnó una filosofía que se mantiene hasta hoy: la apuesta irrestricta por las divisiones inferiores como columna vertebral. El campeonato del Apertura 2007 no fue un título más; fue la coronación de un modelo. Aquel equipo, con Sand como refuerzo experto y una base de juveniles como Acosta, Pelletieri y Leto, le dio el primer título de Liga. Demostró que se podía competir y ganar sin ser un gigante económico.

Esa victoria deportiva financió y justificó una transformación institucional sin precedentes. La vieja tribuna de madera fue reemplazada por La Fortaleza, un estadio para 47.000 almas. Las 27 hectáreas del polideportivo “Lorenzo Francisco D’Angelo” se convirtieron en la envidia del país: 10 canchas, pista de atletismo, colegios, microestadio y pileta climatizada. El club de barrio ahora tenía la infraestructura de una potencia.

La curva de crecimiento fue imparable. A la primera Liga le siguió un tridente de títulos en 2016 (Campeonato, Copa Bicentenario y Supercopa), la Copa Sudamericana de 2013 y la épica final de la Libertadores de 2017. Pero más allá de los trofeos, lo que define a esta era es la consistencia: 34 años consecutivos en Primera, 19 participaciones en copas internacionales desde 2005 y esta nueva final de la Sudamericana 2025, la octava definición continental de su historia.

El secreto no es un misterio. Es una política de Estado: gestión unificada, proyectos a largo plazo y la cantera como oro puro. De sus viveros no solo salieron los ídolos que ganaron títulos, sino también los talentos que generaron ingresos millonarios para sostener el modelo. Valeri, Blanco, Salvio, Andrada, Izquierdoz, De la Vega y José Manuel López son solo algunos nombres de una larga lista de jugadores formados en el club que luego se vendieron por fortunas, asegurando la sustentabilidad.

Hoy, frente al Atlético Mineiro, Lanús no es el Cenicienta. Es un habitual. Mauricio Pellegrino dirige un equipo que mezcla la experiencia de regresados como Salvio e Izquierdoz, la jerarquía de un histórico como Lautaro Acosta y la sangre fresca de nuevas promesas de la casa.

Esta final no es un punto de llegada, sino una parada más en un viaje que comenzó en el infierno de la C. Es la confirmación de que en el fútbol moderno, dominado por presupuestos siderales, un club con identidad, plan y coraje puede escribir su propia leyenda. La de ser, quizás, el club de barrio más grande del mundo