El escenario fue el pesaje oficial en Riad. La ceremonia de rigor se transformó en un ring secundario cuando el Puma Martínez, con la mirada encendida que lo caracteriza, acortó la distancia hasta casi tocar la frente de su rival. La seguridad intervino de inmediato, pero la chispa ya estaba encendida. Fue entonces cuando Robert García, entrenador de Bam, arrojó leña al fuego con una declaración que cruzó toda línea permitida.
“Nos la vas a pelar, cabrón. Vas a ir a visitar a Pileta, wey”, le espetó García al campeón argentino, mientras intentaba separarlos. La frase, soez y calculada, no fue un insulto cualquiera. “Pileta” era Gustavo Maidana, primo y manager del “Chino” Maidana, una figura querida y esencial en el entorno del Puma, cuyo fallecimiento el año pasado conmocionó a todo el boxeo argentino. La referencia fue un puñetazo bajo la cintura, un intento de llegar a donde más duele.
El intercambio no terminó ahí. García, envalentonado, siguió provocando: “No lo toques, cabrón”, “Pobrecito, me das lástima, wey”, lo tildó de “loquito”. Mientras, el Puma, contenido por su equipo, no apartó en ningún momento la mirada de su objetivo: Bam Rodríguez, quien se mantuvo como un espectador de lujo de la guerra psicológica que libraba su cornerman.
Frente a la provocación, la respuesta del campeón de la AMB fue de pura determinación. “Yo soy el campeón, yo vengo por los otros cinturones que me pertenecen”, declaró Martínez, reafirmando su papel de “mata reyes” tras derrotar a figuras como Jerwin Ancajas y Kazuto Ioka. “Tengo toda la fe en que vamos a ganar para toda la Argentina”, sentenció, convirtiendo la pelea en una causa nacional.
Más allá de los cinturones en juego, el combate de esta tarde en Riad (17 horas, Argentina) ahora tiene un sabor diferente. Ya no es solo una unificación de títulos; es una batalla por el respeto. El equipo de Bam Rodríguez optó por encender el fuego de la controversia más baja. Ahora, en el cuadrilátero, el Puma Martínez tendrá la oportunidad de apagarlo con sus puños