En un descargo explosivo, Juan Sebastián Verón no solo habló. Desnudó. El presidente de Estudiantes de La Plata sacó el traje de diplomático y se puso la camiseta de acusador, delineando ante los micrófonos un mapa de poder donde las reglas se tuercen, las amenazas se susurran y la sombra del arbitraje se proyecta, larga y oscura, sobre la cancha.
El detonante fue la sanción histórica que la AFA le impuso a él y a sus jugadores por rebelarse contra el "campeonato retroactivo" de Rosario Central. Pero lo que empezó como una queja por una estrella cuestionada se transformó en una denuncia de una gravedad inédita. Verón asegura que todo estuvo "todo armado" desde la AFA, que la entrega del trofeo fue una puesta en escena y que el verdadero castigo no es la suspensión, sino el mensaje que vino después: una amenaza velada.
Con una crudeza que estremece, leyó entre líneas un mensaje de un dirigente vinculado a Rosario Central: "Qué 2026 te/nos espera, cuidate mucho boina multicolor". Para Verón, esto no es una chicana. Es la punta de un iceberg de presión mafiosa. "Es grave la amenaza a una institución y a un dirigente en un ámbito que no corresponde", declaró, y luego soltó la frase que retrata el clima de terror que, según él, se vive: "Vamos a estar atentos porque de ahí parte después el accionar, que generalmente no terminan bien estas cosas. Pueden terminar con un descenso, con malos arbitrajes".
Ahí reside el núcleo de su denuncia: la creencia generalizada de que el resultado de un partido puede ser orquestado desde las sombras. "Lo primero que preguntamos siempre es qué árbitro nos toca y quién va a estar en el VAR porque en definitiva ahí se resuelve todo", confesó, desnudando una paranoia que, asegura, es el pan de cada día para los clubes. La competitividad, la garra, la mística, se desvanecen en dos minutos frente a la duda omnipresente.
Frente a este escenario, Verón se dibuja a sí mismo no como un aspirante al trono de Luis Segura o Claudio Tapia, sino como un disidente incómodo. "Nunca me interesó ser presidente de la AFA", aclaró, marcando distancia de la carrera por el poder. Su batalla, insiste, es por la verdad y la defensa de su club en un sistema donde las decisiones se toman "a piacere", como si el fútbol fuera un feudo y no una institución deportiva.
Mientras la Conmebol ratifica a Tapia como su representante en la FIFA, consolidando su poder internacional, en el patio trasero estalla la grieta. Verón, con el coraje (o la temeridad) que lo caracterizó en la cancha, le puso palabras a lo que muchos murmuran en los pasillos. No es solo una pelea por una copa. Es la grieta de un fútbol que, desde adentro, alguien con su peso acaba de definir como un territorio donde la amenaza y la sospecha son moneda corriente. Y el partido más importante, parece advertir, no se juega en la cancha