Historias para ser contadas

Murió abrazada a su perro

Martes, 24 de Junio del 2025 - 13:43 hs.

Ann Elizabeth Isham era una mujer estadounidense de clase alta, elegante y reservada, que abordó el RMS Titanic el 10 de abril de 1912 en el puerto de Cherburgo, Francia. Tenía 50 años y viajaba sola en primera clase, camino a reunirse con su hermano en Estados Unidos. Pero no iba del todo sola: la acompañaba su amado perro, un gran danés.

En aquella época, los pasajeros de primera clase podían llevar mascotas, y varios perros fueron alojados en las perreras del barco. A menudo, sus dueños los visitaban para pasearlos o simplemente estar con ellos. Ann era una de esas personas. Se dice que todos los días iba a ver a su perro, con el mismo cariño y dedicación que si fuera un miembro más de su familia.

Cuando el Titanic chocó con el iceberg la noche del 14 de abril de 1912, el caos se apoderó del barco. Se organizaron los botes salvavidas, y las mujeres de primera clase fueron llamadas a evacuarse. A Ann le ofrecieron un lugar, como era costumbre para las mujeres de su categoría. Pero cuando le dijeron que no podía llevarse a su perro, se negó a subir. Prefirió quedarse a bordo del barco con su fiel compañero.

Días después del hundimiento, en medio de las tareas de recuperación, los rescatistas afirmaron haber visto el cuerpo de una mujer flotando en el Atlántico, aferrada con fuerza al cadáver de un perro de gran tamaño. Aunque nunca se pudo confirmar al 100%, se cree que esa mujer era Ann Elizabeth Isham.

Murió como vivió: con dignidad, en silencio, y con un amor tan profundo por su animal que prefirió abrazarlo en la muerte antes que abandonarlo en vida.


Hoy, su historia permanece casi oculta entre las miles de tragedias del Titanic, pero para los amantes de los animales, Ann representa un tipo de lealtad que trasciende incluso el miedo más grande: el de morir solo. Ella no lo estuvo.