El témpano y el león
En el mundo de la diplomacia, donde cada gesto es un mensaje y cada silencio, una estrategia, el embajador argentino en Washington, Alec Oxenford, acaba de ejecutar una jugada maestra: confirmar sin revelar. Anunció, sin nombrarlo, un acuerdo comercial “muy importante” entre Argentina y Estados Unidos, el fruto concreto del abrazo entre Javier Milei y Donald Trump. Un pacto del que no puede dar detalles por un acuerdo de confidencialidad, pero que ya se erige como el eje central de la campaña y el futuro del Gobierno.
La revelación, hecha en una entrevista radial, pinta un escenario de una intimidad diplomática inusual. Oxenford describió la reunión en la Casa Blanca como un “hito sin precedentes”, no solo por la agenda, sino por el formato. El recibimiento de Milei solo por Trump en los jardines, las sucesivas reuniones en el Salón Oval y la Cabinet Room con la plana mayor del gabinete estadounidense —de Tesoro a Defensa, de Energía a Comercio— conformaron, según su testimonio, un cuadro de privilegio “muy inusual” que Washington no suele otorgar.
Pero más allá del ceremonial, lo que perdura es el enigma. ¿Qué se firmó? ¿Cuál es el verdadero alcance de este acuerdo que el Gobierno presenta como la gran recompensa de su alineamiento estratégico? Oxenford se limitó a decir que se habló en el gabinete y que Trump participó “activamente”. Y soltó la frase que resonará en los próximos días: “En breve vamos a tener noticias muy buenas”.
El Gobierno ha encontrado en este entendimiento su narrativa de poder: el respaldo explícito de la primera potencia al “cambio positivo” que pregona Milei. Frente a las críticas opositoras que hablan de una pérdida de soberanía, el embajador fue contundente: “Veo a un país amigo que quiere ayudar a otro país amigo a progresar”. Y remató con una visión geopolítica: “Una Argentina próspera es buena para todos, para los argentinos, para la seguridad regional, para Estados Unidos y para el mundo”.
Sin embargo, detrás del triunfalismo oficial, se percibe una cautela calculada. El impacto electoral de este logro diplomático es la gran incógnita. Mientras la Casa Rosada espera que se traduzca en un voto de confianza masivo en las urnas, los analistas observan si la ciudadanía percibirá este hito lejano como una solución a la urgencia de la economía doméstica.
El embajador también se refirió al único momento de tensión pública: la frase de Trump sobre la “elección de medio término” que encendió el debate local. Oxenford fue taxativo: “No hubo condicionamientos ni cláusulas ocultas. La frase fue sacada de contexto”.
El mensaje está enviado. El tablero, reorganizado. Argentina y Estados Unidos han entrado, según relata su principal embajador, en una etapa de “cooperación renovada”. El acuerdo comercial es solo la punta de un témpano del que pronto conoceremos su tamaño real. Y de cuyo deshielo, el Gobierno espera, nazca una nueva primavera económica y política. El éxito o el fracaso de esa apuesta definirá no solo el destino de una gestión, sino el lugar de la Argentina en el mundo