![]() |
En el Siglo II D.C., el Imperio chino enfrentaba un enemigo invisible y devastador: los terremotos. Sin sistemas de comunicación rápidos, las autoridades imperiales no sabían dónde ni cuándo enviar ayuda. Pero un astrónomo de la corte, Zhang Heng, propuso una solución asombrosa para su tiempo.
Diseñó un dispositivo que no solo detectaba los sismos… también indicaba de qué dirección provenían.
Era un jarrón de bronce monumental, con ocho dragones dispuestos en círculo, cada uno con una bola metálica en la boca. Debajo de ellos, esperaban ocho sapos con la boca abierta, como si aguardaran a atrapar algo. Dentro del jarrón, un mecanismo de péndulo respondía a las vibraciones del suelo: cuando un terremoto ocurría, el péndulo activaba uno de los dragones, que dejaba caer su bola en el sapo que estaba debajo, señalando así el punto cardinal del temblor.
Nadie había visto algo igual.
En una ocasión, el instrumento activó un dragón, pero nadie en la capital sintió nada. Muchos pensaron que era un error… hasta que, días después, llegaron mensajeros con una noticia inquietante: un terremoto había azotado la región de Longxi, a cientos de kilómetros.
El dispositivo había funcionado.
Desde entonces, fue adoptado oficialmente como primer sismoscopio de la historia. El original no ha sobrevivido, pero los registros antiguos —como el Libro del Han Posterior— dan fe de su precisión y de la mente brillante que lo creó.
Zhang Heng no solo observó las estrellas. También fue el primero en escuchar a la Tierra cuando temblaba.
Fuente: Datos Históricos