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Viernes, 8 Agosto 2025
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40 años después
Crónica de la resolución de un misterio
"La antropología forense no es magia, es ciencia".
Jueves, 07 de Agosto del 2025 - 14:09 hs.
Crónica de la resolución de un misterio

El hallazgo de restos humanos en una casa del barrio porteño de Coghlan, propiedad de la artista y hermana del actor  Boy Olmi y que le  había arrendado Gustavo Cerati en el 2000 y por un breve período de tiempo, generó conmoción en todo el país.

No pasó demasiado tiempo para descartar que los mencionados hubieran tenido alguna relación con lo que se presumía estaba relacionado con un homicidio.

Pero fue necesaria la intervención judicial y del Equipo  Argentino de Antropología Forense –de prestigio internacional-, para desentrañar lo sucedido e identificar a  quién habían pertenecido los restos humanos enterrados a 60 cms. de profundidad.

CRONOLOGÍA

 

El pasado 20 de mayo, obreros que realizaban trabajos en una vivienda de la avenida Congreso al 3700, en el barrio porteño de Coghlan, hicieron un descubrimiento inquietante. Al derrumbarse parte del terreno lindero a una medianera, apareció una fosa con restos humanos. En ese lugar había vivido años atrás el músico Gustavo Cerati.

A las 16:15, llegó al lugar el Gabinete Científico de la Policía de la Ciudad.

A las 20:20, los peritos terminaron su tarea inicial: inspección ocular, relevamiento fotográfico, plano, recolección de elementos y preservación del sitio.

Los investigadores se llevaron seis sobres bajo cadena de custodia. En ellos había 151 fragmentos óseos, partes de cráneo, costillas, mandíbula, piezas dentales, clavícula, escápula y fragmentos de fémur y tibia. También encontraron restos de ropa, una media con huesos, un reloj con la inscripción “Casio”, una llave, un llavero naranja, un trozo de calzado y un dije con inscripciones en idioma oriental. Todos esos objetos sugerían que el crimen ocurrió décadas atrás, probablemente en los años 80.

La causa quedó a cargo del fiscal Martín López Perrando, quien solicitó la intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense.

El organismo comenzó el análisis en laboratorio. Determinaron que se trataba de un varón de entre 15 y 19 años. El cuerpo presentaba una herida cortopunzante en la zona de las costillas y cortes en el fémur izquierdo, indicios que podrían vincularse al momento de la muerte o a maniobras posteriores.

El equipo forense logró extraer ADN, pero al inicio no tenían con quién compararlo. Tiempo después, un hombre se comunicó con los investigadores al relacionar el hallazgo con la desaparición de su tío, un adolescente de 16 años que había desaparecido en 1984 en el barrio de Belgrano.

La madre del joven accedió a dar una muestra genética. El cotejo fue positivo: los restos pertenecían a Diego, buscado por su familia desde hacía 41 años.

Luis Fondebrider, fundador y ex director del reconocido equipo de antropólogos  explicó el proceso técnico detrás de una identificación tan compleja. “La escena es un momento congelado en el tiempo. Puede durar horas o décadas. Hay que recuperarla con cuidado para no perder información clave”, dijo. Señaló que, en este caso, los restos estaban parcialmente inhumados, por lo que fue fundamental el trabajo de arqueólogos forenses para recuperar huesos y objetos sin alterar el contexto.

Según Fondebrider, “un esqueleto tiene 206 huesos que se analizan uno por uno. Primero se hace radiografía, limpieza, secado, toma de muestras y luego el armado anatómico”. El objetivo es establecer sexo, edad, estatura, enfermedades, lesiones y características particulares que permitan reducir el universo de posibles víctimas. “Necesito más cosas que me achiquen las posibilidades”, agregó. Por eso, el paso clave fue la entrevista con la familia y la obtención de información ante mortem.

También detalló que no siempre es posible extraer ADN. “Puede estar degradado, contaminado o destruido por el fuego o el suelo. No siempre se obtienen resultados”, advirtió. Aun así, en este caso se logró un perfil genético útil. El resultado fue contundente: el cuerpo era el de Diego, desaparecido desde 1984.

“La antropología forense no es magia, es ciencia. Y aunque tiene límites, en ocasiones permite que la verdad no huya, incluso después de 41 años”, concluyó Fondebrider. Así, la ciencia logró darle identidad a un cuerpo olvidado y cerrar un duelo que llevaba más de cuatro décadas.

 



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