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Durante décadas, el diagnóstico de Alzheimer llegaba como un veredicto irrevocable, marcando el inicio de un declive progresivo contra el que había pocas armas. Esa realidad, que afecta a más de 500.000 personas en Argentina y a 55 millones en el mundo, está comenzando a resquebrajarse. La lucha contra esta enfermedad, que acapara hasta el 70% de los casos de demencia, ha entrado en una fase revolucionaria.
El impulso definitivo lo ha dado una serie de publicaciones sin precedentes en la prestigiosa revista The Lancet, la primera en 200 años dedicada exclusivamente al Alzheimer. El trabajo, dirigido por un equipo internacional de 40 expertos de 14 países, incluye la voz autorizada de la doctora Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología en Adultos de Fleni y la única investigadora argentina participante. Desde París, explicó el giro copernicano que vive el campo: “El cambio de paradigma se debe a la llegada de tratamientos modificadores de la enfermedad y a la disponibilidad de biomarcadores plasmáticos, que permiten diagnosticar y tratar en fases más tempranas”.
La clave de esta nueva era reside en dos pilares entrelazados. Por un lado, la revolución de los biomarcadores en sangre. Estas pruebas, menos invasivas y más accesibles que los estudios tradicionales, pueden identificar las proteínas tóxicas del Alzheimer –el amiloide y la tau– incluso antes de que los síntomas cognitivos sean evidentes. Esto permite capturar la fisiopatología de la enfermedad con una precisión impensada hace pocos años.
Por el otro, este diagnóstico precoz es la puerta de entrada a los nuevos tratamientos farmacológicos modificadores. “Los avances en fármacos dirigidos al amiloide han abierto la puerta a un manejo más preciso, objetivo y precoz de la enfermedad”, remarcó Crivelli. Ya no se trata solo de paliar los síntomas, sino de intervenir directamente sobre los mecanismos biológicos que la causan, alterando su trayectoria.
La investigación también enfatiza la importancia crítica de la prevención. La integración de los biomarcadores con el control de los 14 factores de riesgo modificables –como la hipertensión, la diabetes o el sedentarismo– permitirá estratificar a la población según su riesgo y dirigir intervenciones personalizadas. Incluso se están probando tratamientos preventivos para actuar en la ventana preclínica, que puede extenderse hasta 20 años antes de la aparición de los primeros signos.
Este panorama esperanzador, sin embargo, conlleva un desafío monumental: la necesidad de adaptar los sistemas de salud y las políticas públicas. La incorporación de chequeos cognitivos y análisis de biomarcadores en la atención primaria es fundamental para democratizar el acceso a estos avances. Como concluyó la doctora Crivelli: “El Alzheimer ha pasado de ser una enfermedad diagnosticada tarde y sin opciones reales, a un campo donde la detección precoz, la prevención y los tratamientos modificadores ofrecen una esperanza tangible de cambiar el curso de la enfermedad”. La batalla no está ganada, pero por primera vez, el mapa para ganarla está sobre la mesa