Antes los llevaba a la escuela y ahora les acerca las tareas, alimentos y remedios a niños con discapacidad
Luis Rivarola es un transportista escolar que por más de 20 años llevó a niños con discapacidad, con la pandemia se quedó sin trabajo, pero esto no hizo que se separe de los chicos. Ahora los visita voluntariamente y ayuda a las familias acercándole la tarea, alimentos, remedios y barbijos.
Luis asiste a más de 40 chicos de la zona sur de la provincia de Buenos Aires, y cuenta: “salgo todos los días a repartir. Soy el nexo entre las escuelas y las familias. Muchos de estos alumnos no tienen Internet, así que los mantenemos conectados con sus docentes de esta manera”.
“No puedo abandonar a los chicos”, le comenta al diario Clarín.
Sobre la situación que sufren los chicos con discapacidad en la pandemia, el transportista explica: “es un momento muy difícil para ellos. Están acostumbrados a la escuela y a estudiar con un acompañante terapéutico. Necesitan estimulación: tenían fonoaudiología y algunos hasta iban a pileta. Todo eso se cortó. Están los que no tienen computadora, televisión ni acceso a Internet. Y hay casos más graves de barrios muy carenciados en los que directamente están sin agua”.
Además, muchos de los chicos con los que él trabaja sufren problemas respiratorios, por lo que sus aislamientos son muy estrictos: “se junta el miedo por los efectos del coronavirus, con la angustia por no poder ver a sus seres queridos y por la imposibilidad de seguir aprendiendo como lo hacían en el aula”.
Luis, tiene 51 años, y por experiencia propia sabe muy bien por lo que están pasando estos niños, ya que su hijo tiene síndrome de Down: “mi hijo Elías, de 12 años, tiene síndrome de Down. En mi caso, por suerte, nos acompañamos con mi mujer pero hay chicos que cuentan solo con su mamá o su papá y necesitan más apoyo. El Estado se olvidó de ellos y yo no puedo mirar para otro lado”.
“A sus familias las entiendo perfectamente”, dice.
Emocionado cuenta que los chicos los saludan desde el interior de sus casas: “los extraño y ellos a mí. Un día, una nena salió a la calle corriendo sin que su mamá pudiera evitarlo y me abrazó”, recuerda.
En un primero momento comenzó a repartir el material de estudio, pero al poco tiempo noto que la necesidad era más grande: “en los colegios me dan bolsones con comida y también se los hago llegar. Hay una abuela que retira medicamentos para su nieta en la iglesia del barrio y yo la llevo y la traigo. También me la paso entregando barbijos”.
Al ser consultado sobre como costea los gastos, explica que: “en la estación de servicio intento pagar con tarjeta de crédito. Aunque en el último tiempo me están fiando”.
Su historia trascendió e hizo que otro transportista le diera golosinas para completas las entregas para que “los nenes se pongan contentos”.
El único ingreso de la familia de Luis es una pizzería que tiene su mujer en Guernica y que por ahora solo funciona con “take away” y repartos.
“Cuando vuelvo de entregar las tareas me pongo a trabajar de delivery en el emprendimiento de mi esposa. Además, uso la camioneta como flete, soy un busca”, dice.
Sobre los cuidados para evitar contagiarse del coronavirus, Luis expresa: “estoy siempre con barbijo y alcohol en gel. Por mi familia y por los chicos. Me angustia sentir que estamos en peligro, no duermo bien. Pero es la que nos tocó y no puedo quedarme en casa”.
“Los transportistas la estamos pasando mal, somos muchos los que nos quedamos sin un sueldo. Y los chicos, sobre todo aquellos con discapacidad, están realmente solos. No puede ser que dependan de voluntarios y donaciones, eso tiene que cambiar”, lamenta Luis.