Más allá del aspecto religioso y divino que será un paso posterior dependiendo o no de nuestra creencia, la muerte a medida que nos acercamos tiende a evaluar nuestras conciencias. Es una de las pocas acciones que en concreto no se pueden relativizar. La muerte llega como llega el frío y con nada de lo que tenemos se va, ¿para qué seguir acumulando el amor que otros tanto necesitan? Entonces en vez de malvivir pensando en cómo nos iremos, sería mucho más edificante vivir dejando a quienes le llegue lo mejor de nosotros. Por supuesto que se trata de un valor intangible, espiritual e inalterable, pero aunque no lo crean es uno de los elementos más demandados.

Suponiendo que la Madre María Teresa, Gandhi, o Lennon, (por nombrar a algunos), hubieren heredado cierta fortuna a sus sucesores, ¿cuál sería el patrimonio legado más importante que dejaron? ¿El que resulta material, fungible y privado cualquiera que éste fuere? ¿O el tesoro intangible que esparcieron con su amor y su obra hacia toda la humanidad?

Perduraremos con nuestro trabajo, con nuestro arte y con nuestro amor. Por eso el viejo poema de José Martí tiene aún vigencia, ‘hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro’.

El trabajo de plantar un árbol, y a la sazón regarlo. El amor de traer al mundo un ser humano siendo su progenitor responsable de alimentarlo en boca, alimentarlo en educación y alimentarlo en el amor, y por último el arte de manchar con las mejores palabras que encontremos las hojas de un libro. Ese esfuerzo bien apuntalado nos hará trascender.

Quien entrega el corazón durante toda su vida, seguramente le pese menos el alma al remontar su vuelo final. Es que no tiene sentido llevarnos nada a donde vayamos, nuestro sentido de posesión nos hace ilusionar que necesitaremos algo de aquí en el más allá. Entreguemos todo lo espiritual antes que sea tarde, porque nadie conoce si tendrá una nueva página en blanco mañana mismo. 

La confianza es el edificio que nos tiene de albañil, quien se sienta más importante que su cimiento verá caerlo consigo dentro. En cambio, quien sepa moldear la cornisa en la altura prudente será respetado.

Si el pensamiento nos molda y el proceder nos desmolda, ¿cómo será la pieza de ti mismo? 

Es el momento de que si estás enojado con alguien construyas el puente que los reúna para pedir perdón por tu parte de culpa, en aquel momento quizás Jesús te halla testamentado. Si te sientes cansado y agobiado por la realidad, transfórmala hasta donde puedas tú mismo, comienza desde tu respiración, tu compasión y tu ejemplo. Todo lo bueno que logres se contagiará por dechado y entonces habrás heredado a la Madre María Teresa de Calcuta. Si quieres paz pacifícate, y aunque ni tú mismo absuelvas tu pasado pacifica el alma, que nadie desde hoy te vea como una amenaza y habrás entonces heredado a Gandhi.