Hoy no es un lunes más en la Argentina. Es el día en que Javier Milei, transformado de economista televisivo en presidente ultrapartidario, lanzará su proyectil más potente: el Presupuesto 2026. A las 21:00, en cadena nacional, el mandatario no solo explicará los números; declarará la guerra política definitiva. Su mensaje, adelantado por su vocero, será una carta bajo la mesa para los mercados y un ultimátum para gobernadores e intendentes: o apoyan su meta de profundizar el superávit fiscal, o se quedan afuera del reparto.

La jornada es un maratón de power politics que comenzó a las 9:30 en la Rosada, con la cúpula de La Libertad Avanza y los operadores del PRO. Allí se diagramó no una ley de presupuesto, sino una estrategia de campaña electoral con sabor a presupuesto. El objetivo inmediato: las elecciones de octubre. El objetivo final: amarrar las cuentas del Estado más allá de 2025, blindando el ajuste contra cualquier futuro gobierno.

La pulseada ya empezó. Mientras Milei se reúne con la mesa bonaerense—donde están Ritondo, Santilli, Espert y los intendentes de la primera corona—, su nuevo ministro del Interior, Lisandro Catalán, jurará para cumplir una misión imposible: recomponer los lazos con las provincias que el propio Presidente se encargó de destrozar. Su herramienta será la “mesa federal”, un espacio para gobernadores como Cornejo, Frigerio y Zdero, que deberán negociar partidas bajo la espada de Damocles del recorte.

El contenido del Presupuesto 2026 es, en sí mismo, una declaración de principios: más ajuste, menos gasto, inversiones cero en todo lo que no sea seguridad o represión. Es la hoja de ruta que exige el FMI y que el mercado mira con lupa. Pero su aprobación en un Congreso sin quórum propio es una apuesta al todo o nada. Milei no va a pedir permiso. Va a exigir obediencia. Y esta noche, a las 9, llevará esa exigencia a cada living del país, convirtiendo una ley técnica en el acto partidario más audaz de su presidencia