El triunfo electoral, contundente y extendido sobre el mapa político, operó como un disparador. Ayer, al mediodía, el presidente Javier Milei y el expresidente Mauricio Macri retomaron el diálogo en una conversación telefónica que se extendió por diez minutos. Un puente tendido sobre las aguas, a veces turbulentas, de la política argentina.
El llamado coronó un domingo de gestos públicos. Mientras Milei, desde el búnker del Hotel Libertador, convocaba a “gobernadores y decenas de diputados y senadores de otros partidos” para encontrar “acuerdos básicos”, Macri publicaba en sus redes un mensaje de felicitación. “Mis felicitaciones a LLA, al Presidente Milei y, especialmente, a todos los argentinos que hoy apoyaron el cambio. Este resultado electoral sobresaliente renueva las esperanzas en nuestro país. No perdamos esta oportunidad única”, escribió el líder del PRO. La respuesta del Presidente fue breve y elocuente: “Muchas gracias, presi”.
Pero el guiño no fue solo un intercambio efímero en una red social. Durante su discurso de victoria, el Jefe de Estado echó mano a un recuerdo fundacional para esta alianza: “Estamos a poquito más de dos años de aquella reunión en Acassuso, convocada por el presidente Macri, donde decidimos aunar fuerzas para derrotar al populismo”. Una referencia que Milei reiteró durante la mañana del lunes en una entrevista con A24, sellando con un hecho concreto la narrativa de un frente común contra el kirchnerismo.
El reacercamiento no nace de la nada. A finales de septiembre y principios de octubre, ambos líderes ya se habían reunido en la quinta de Olivos, con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, actuando como un interlocutor clave para limar asperezas. Sin embargo, el escenario de ayer era radicalmente diferente. La contundencia de los números otorga a Milei una nueva autoridad, pero al mismo tiempo le impone la necesidad imperiosa de sumar votos en un Congreso donde, a pesar de los avances, no tiene mayoría propia.
Macri, por su parte, se encuentra ante la tarea de reordenar un bloque de diputados que, aunque disminuido, se transforma en un actor indispensable para que el Gobierno pueda avanzar con su paquete de reformas laboral y tributaria. Antes de los comicios, el expresidente había trazado la hoja de ruta: pidió que Milei convoque al diálogo “con humildad y honestidad” y abrió la puerta a una “oposición constructiva”. Esa posibilidad hoy es una urgencia concreta.
El Presidente fue claro sobre el camino por delante. “Durante los próximos dos años tenemos que afianzar el camino reformista que emprendimos para dar vuelta de una vez y para siempre la historia argentina”, afirmó el domingo. Y lanzó un mensaje que parece dirigido tanto a sus aliados como a sus críticos: “Hay decenas de diputados y senadores de otros partidos con los que podemos encontrar acuerdos básicos”. Su mirada también se posó en los “oficialismos provinciales”, a los que describió como “actores racionales procapitalistas”.
El desafío, sin embargo, es monumental. No se trata solo de traducir una victoria electoral en poder parlamentario, sino de convertir ese poder en leyes que modifiquen la estructura del Estado. La llamada de ayer entre Milei y Macri es solo el primer movimiento en un tablero que recién se comienza a dibujar. Diez minutos que pueden definir el ritmo de los próximos dos años