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El Madrid se desmorona: derrota bochornosa en Múnich y una crisis que huele a podrido
Un colapso de 16 puntos de ventaja y una segunda mitad patética exponen las grietas de un equipo que pierde la identidad y se aleja de la elite europea. La sombra de Xabi Alonso y su método rígido planea sobre un vestuario que no responde.
Miercoles, 29 de Octubre del 2025 - 15:35 hs.
El Madrid se desmorona: derrota bochornosa en Múnich y una crisis que huele a podrido

El Real Madrid no tropezó. Se derrumbó. Se deshizo como un azucarillo en agua ante un Bayern que lo esperó paciente, como sabe hacerlo el cazador que conoce la debilidad de su presa. El 90-84 final en el Audi Dome no es solo un número en la columna de la derrota, la cuarta en siete presentaciones en la Euroliga. Es el certificado de una noche bochornosa, el retrato de un equipo que luce frágil, sin carácter y profundamente vulnerable cada vez que sale del Movistar Arena.

La historia se repite con una monotonía alarmante. Una primera mitad de ensueño, un basketball fluidísimo que construyó una ventaja de 16 puntos (39-55) y que hizo pensar en un paseo triunfal. Pero luego, el descanso. Y tras él, la metamorfosis más inexplicable y dañina. El equipo de Sergio Scariolo desapareció. Se esfumó la defensa, se oxidó el ataque y la mentalidad winner que define al club se pulverizó en una nube de errores, tiros forzados y nerviosismos infantiles.

La estadística es un golpe bajo al orgullo madridista: solo 27 puntos en 20 minutos. Un desplome ofensivo que no se veía desde aquella final perdida en Berlín. Pero los números son solo el síntoma. La enfermedad es la falta de concentración, la incapacidad para gestionar las ventajas y una permisividad defensiva bajo los aros que el propio Scariolo calificó de “realmente pobre” y “muy por debajo del nivel aceptable”. Fue el Bayern, sin grandes estrellas, quien dictó clase de orgullo y oficio en la reacción.

En medio del naufragio, una imagen para el bronce y la frustración. Facundo Campazzo, otra vez desde el banquillo, intentó lo imposible. Un triple de espaldas, en el último suspiro, un destello de talento puro que el reloj anuló. Fue el símbolo perfecto de la noche: genialidad individual ahogada por el fracaso colectivo. El cordobés luchó, pero su magia no alcanza para tapar los agujeros de un barco que hace agua.

Trey Lyles (20 puntos) y Walter Tavares (13 y 7 rebotes) cumplieron, pero fueron islas en un océano de inconsistencia. Gabriel Deck pasó sin pena ni gloria. El problema no es de nombres, es de estructura y, quizás, de algo más profundo. El estricto método que impuso Xabi Alonso para erradicar “malos hábitos” resuena en el vestuario como un eco incómodo. ¿Son estas caídas recurrentes el síntoma de una resistencia a la disciplina? ¿La lucha interna por el poder en la cancha está minando la esencia del equipo?

Scariolo, ante la prensa, fue contundente en el diagnóstico técnico: “Volvimos a tener una de esas caídas de concentración... no reaccionamos como equipo”. Sus palabras, cargadas de una franqueza inusual, delatan una preocupación mayúscula. El timón no responde.

El Real Madrid se aleja de los puestos de privilegio y se hunde en una crisis de identidad que trasciende una derrota. La pregunta ya no es cuándo van a ganar fuera de casa, sino qué tan profunda es la herida que sangra en cada viaje. El gigante europeo cojea. Y en Múnich, mostró que la cojera puede ser crónica