Era una tarde distinta. Con todos los tonos posibles para pintar un pleno domingo futbolero. Faltaban tres fechas para terminar el torneo Apertura de 1995. Boca, líder y candidato, recibía a un Racing con esperanzas. Pero ese 3 de diciembre no sería un domingo cualquiera. Las urnas xeneizes estaban listas para sepultar una década y dar la bienvenida a Mauricio Macri, mientras en el césped se gestaba una batalla que cambiaría el destino del campeonato.

Desde el primer minuto, Racing mostró los dientes. Rubén Capria, en estado de gracia, desató la locura. A los 4 minutos, con un zurdazo imparable, inauguró el marcador. A los 11, habilitó con maestría a Claudio “Chelo” Delgado para el 2-0. Un minuto después, el “Piojo” López liquidaba la ilusión local: 3-0 en apenas 12 minutos. La Bombonera, atónita, veía derrumbarse su fortaleza defensiva de 667 minutos sin goles.

Boca, grogui, intentó reaccionar. La expulsión de Sergio Zanetti por una entrada feroz dio un respiro. Diego Maradona, líder en la cancha pero lejos de su mejor forma física, comenzó a tirar del carro. A los 30, un centro preciso de Diego encontró la cabeza de Carlos Mac Allister para el descuento. Antes del descanso, el propio Maradona, desde los doce pasos, cerró la brecha: 3-2. La esperanza volvía a respirar.

El intermedio confirmó el terremoto institucional: Mauricio Macri, con más del 60% de los votos, era el nuevo presidente. Pero en el césped, el huracán académico no amainó. A los 3 minutos del complemento, Capria, otra vez, con otro zurdazo desde fuera del área, puso el 4-2. A la hora de juego, completaría su triplete con un cabezazo plácido: 5-2.

Los últimos minutos fueron un río desbordado. José “Manteca” Martínez descontó, pero López, con un golazo desde lejos, sentenció el 6-3. Darío Scotto, en el epílogo, decoró el escandaloso 6-4 final.

La noche cayó sobre una Bombonera dividida. En los palcos, la euforia de un nuevo poder político. En el campo de juego, la desolación de un equipo que vio esfumarse la punta y el invicto de la manera más estruendosa. Racing, renacido bajo Miguel Ángel Brindisi, siguió soñando. Boca, una semana después y sin Maradona, caería ante Estudiantes y se despediría definitivamente del título. Vélez, como había vaticinado Carlos Bianchi, cruzaría la meta una fecha después.

Aquel domingo quedó grabado a fuego: no fue solo un partido, fue el día en que un club vivió dos revoluciones simultáneas. Una en las urnas, que cambiaría para siempre su destino. Otra en el césped, donde diez goles escribieron una de las páginas más alucinantes y trágicas de su historia. Una paleta con todos los tonos del fútbol, para un cuadro único e imborrable