Por un momento, pareció que River de Marcelo Gallardo había tocado fondo en el Cilindro de Avellaneda. Esa noche agónica, con un gol inolvidable de Racing, fue solo el prólogo de una condena mayor. Este domingo, la misma Academia, al deshacerse de Boca en las semifinales de la Copa de la Liga, firmó la sentencia definitiva: por primera vez desde 2014, el Millonario no jugará la Copa Libertadores. En su lugar, un destino que suena a castigo para las arcas y el prestigio del club: la Copa Sudamericana 2026.

Así, con un doble golpe del eterno rival de la misma avenida, se desmorona una de las etapas más gloriosas de la historia riverplatense. Aquella racha de 11 participaciones consecutivas en el máximo torneo continental, iniciada bajo Ramón Díaz en 2014 y ampliada como el sello distintivo de la era Gallardo, llega a su fin. En ese lapso hubo dos títulos (2015, 2018), una final más (2019) y la identidad de un equipo que siempre estuvo en primer plano. Ahora, la misma figura que la elevó a lo más alto, el Muñeco, es el arquitecto de su interrupción.

El impacto trasciende lo simbólico. La merma en los ingresos por derechos televisivos y premios será sustancial, un golpe duro para la economía del club en un año ya de por sí gris. Lo deportivo no es menor: River deberá acostumbrarse a las noches de Sudamericana, un torneo que nunca ha ganado y que, para su jerarquía, siempre fue un escalón por debajo.

La última vez que River faltó a la cita con la Libertadores, en 2014, fue Díaz quien, tras consagrarse en el Torneo Final, decidió no continuar. Hoy, es Gallardo quien deberá cargar con la responsabilidad de haber roto el ciclo. La segunda racha más larga del club (solo superada por las 15 de 1995 a 2009) se apagó no con un fracaso en semifinales, como tantas veces en el pasado, sino desde afuera, mirando cómo otros definían su suerte.

El año 2025, entonces, quedará marcado en Núñez no solo por la falta de títulos, sino por un punto de inflexión histórico. Racing fue el verdugo ejecutor, pero la sentencia se firmó en casa. La era Gallardo enfrenta, quizás, su capítulo más amargo: reconstruir desde la ausencia, con el peso de haber sido el que bajó la persiana de una época dorada. La Sudamericana, el próximo año, no será un consuelo. Será el recordatorio de un castigo que ellos mismos se buscaron