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FIFA en la Encrucijada: La queja de Egipto e Irán por el Partido del Orgullo en Seattle
Dos selecciones que criminalizan a la comunidad LGBTQ+ exigen a la FIFA cambiar o cancelar los eventos de inclusión planificados para el Mundial 2026, poniendo al organismo rector del fútbol frente a un dilema ético y político
Miercoles, 10 de Diciembre del 2025 - 12:21 hs.
FIFA en la Encrucijada: La queja de Egipto e Irán por el Partido del Orgullo en Seattle

Un partido de la fase de grupos del próximo Mundial 2026, programado para celebrarse en Seattle el 26 de junio, Día Internacional del Orgullo LGBTQ+, se ha convertido en el epicentro de una batalla cultural que trasciende el deporte. Las federaciones de fútbol de Egipto e Irán, naciones donde la homosexualidad es perseguida y castigada, han presentado una queja formal a la FIFA para intentar frenar cualquier acto de apoyo a la diversidad sexual durante el encuentro que las enfrentará en esa ciudad estadounidense.

El conflicto estalló cuando los organizadores locales de Seattle PrideFest —un evento anual sin fines de lucro— designaron ese partido como el marco central de sus celebraciones, incluso antes de que la FIFA realizara el sorteo definitivo. La propuesta incluye intervenciones artísticas, banderas arcoíris y un mensaje explícito de bienvenida a todas las comunidades. "Con partidos en Juneteenth y el Orgullo, podemos mostrarle al mundo que en Seattle, todos son bienvenidos", declaró en redes sociales la alcaldesa electa de la ciudad, Kate Wilson.

Sin embargo, desde El Cairo y Teherán la respuesta fue inmediata y contundente. La federación egipcia emitió un comunicado rechazando "categóricamente cualquier actividad relacionada con el apoyo a la homosexualidad", argumentando que tales actos "contradicen los valores culturales, religiosos y sociales de las sociedades árabes e islámicas". Por su parte, el presidente de la federación iraní, Mehdi Taj, calificó la iniciativa de "medida irrazonable e ilógica" y anunció que elevarán la protesta ante el Consejo de la FIFA en una reunión próxima.

El trasfondo de estas quejas es sombrío. En Irán, las relaciones entre personas del mismo sexo pueden conllevar la pena de muerte, mientras que en Egipto, aunque no existe una ley específica, se persigue sistemáticamente a la comunidad LGBTQ+ bajo figuras como "libertinaje" o "ofensas a la decencia pública". Esta realidad contrasta brutalmente con el espíritu inclusivo que Seattle pretende proyectar.

La FIFA se encuentra ahora ante un dilema de enormes proporciones. Por un lado, el organismo solo tiene control directo sobre lo que ocurre dentro del estadio y las zonas oficiales para aficionados, no sobre eventos comunitarios externos como el PrideFest. Por otro, si accede a las presiones de Egipto e Irán —que incluso han sugerido mover el partido a otra sede—, sería acusada de aplicar un doble rasero, especialmente después de haber defendido con firmeza en el Mundial de Qatar 2022 el "respeto a las normas culturales del país anfitrión". En aquella ocasión, prohibió brazaletes "One Love" e incluso retiró símbolos arcoíris a aficionados.

Desde Seattle, la respuesta ha sido de firmeza y diplomacia. El comité organizador local confirmó que sigue adelante con su programación del Orgullo, destacando que el Noroeste del Pacífico alberga una de las comunidades irano-estadounidenses más grandes del país, así como una significativa diáspora egipcia. "Estamos comprometidos a garantizar que todos los residentes y visitantes experimenten la calidez, el respeto y la dignidad que definen nuestra región", afirmó la portavoz Hana Tadesse.

Este enfrentamiento no es un hecho aislado, sino un capítulo más de la tensión geopolítica que rodea al Mundial 2026, organizado conjuntamente por Estados Unidos, México y Canadá. Irán ya había amenazado con boicotear el sorteo del torneo por problemas de visados para su delegación, en un contexto de relaciones fracturadas con Washington.

Mientras tanto, la pelota está en el campo de la FIFA. Su decisión —o su silencio— sentará un precedente crucial sobre hasta dónde puede llegar el fútbol como herramienta de inclusión, y hasta dónde debe ceder ante regímenes cuyas legislaciones violan derechos humanos fundamentales. En Seattle, el arcoíris ya se prepara para brillar. Del otro lado del mundo, dos federaciones aprietan el puño. El partido, por ahora, sigue en juego. Pero el verdadero desafío se disputa mucho más allá de las líneas de cal.