El aire espeso de Guayaquil se llevó otra vida. Esta vez, la de un símbolo. Mario Pineida, futbolista de 33 años, lateral izquierdo, capitán en ocasiones y hombre histórico del Barcelona Sporting Club, fue asesinado este miércoles en un ataque de una crudeza planificada que huele a sicariato. No fue un robo frustrado. Fue una ejecución.
El hecho ocurrió pasadas las tres de la tarde. Pineida, en un instante de cotidianidad lejos de los reflectores, se encontraba realizando compras en un local comercial. Lo acompañaban dos mujeres: su madre y su pareja. La escena pacífica se quebró de manera brutal. Según los reportes preliminares, dos sujetos a bordo de motocicletas, que presuntamente los venían siguiendo, llegaron al lugar y abrieron fuego contra ellos. La balacera fue precisa, dirigida. El saldo, desgarrador: Pineida y su pareja murieron en el acto. Su madre, alcanzada por un disparo en la cabeza, resultó herida de consideración pero se encuentra fuera de peligro. La camioneta del jugador quedó allí, estacionada, como mudo testigo de la barbarie.
“Se puede decir que sí fue un ataque dirigido”, admitió con crudeza el coronel Edison Palacios a la prensa local. No hay detenidos. Tampoco, hasta el momento, un móvil claro o información sobre amenazas previas. Solo el vacío que deja la violencia más absurda y el zumbido de las motos que se esfuman.
La noticia impactó como un puñetazo en el corazón del fútbol ecuatoriano y sudamericano. Barcelona SC, su club, el de sus grandes momentos, emitió un comunicado cargado de “profundo pesar” y “consternación”, definiendo el hecho como un “atentado en su contra”. El dolor traspasó fronteras. Fluminense de Brasil, donde Pineida fue campeón Carioca en 2022, expresó su solidaridad. En Ecuador, clubes como Liga de Quito e Independiente del Valle, este último campeón vigente y rival histórico, elevaron sentidas notas de pesar. Independiente, además, recordó que Pineida fue formado en su cantera.
La carrera de Mario Pineida estaba indisolublemente ligada a la franja amarilla y negra. Con tres ciclos en Barcelona, disputó 224 partidos, fue campeón ecuatoriano en dos ocasiones y vivió las épicas semifinales de Copa Libertadores de 2017 y 2021. Un hombre clave, de esos que trascienden lo deportivo para convertirse en parte de la identidad de una institución. En 2025, aunque su participación mermó en la segunda mitad del año, su liderazgo seguía intacto. Había sido capitán y su última imagen en cancha fue en la Copa Libertadores, torneo que lo vio brillar y que ahora se viste de luto por su partida más abrupta.
Su recorrido también incluyó la selección de Ecuador, con la que vistió la tricolor en ocho oportunidades, incluidos partidos eliminatorios y la Copa América 2021.
Pero hoy, ningún dato deportivo logra opacar la magnitud de la tragedia humana. Un futbolista reconocido, en plena calle, acribillado junto a su ser querido, con su madre como testigo y víctima. El crimen no solo enluta al fútbol; expone, una vez más, el nivel de violencia criminal que opera con impunidad. Pineida no fue víctima de una lesión en el campo de juego. Su partida final la dictó el sonido de los disparos en una tarde cualquiera, convirtiendo un hecho personal y familiar en una noticia escandalosa que interpela a toda una sociedad.
El fútbol sudamericano está de luto. Pero hoy, el llanto por Pineida es más que el de un deporte: es el de una región que sigue viendo cómo la vida, incluso la de sus ídolos, puede ser arrebatada en un instante por las balas