Terremoto financiero tras el batacazo electoral: el mercado castiga con fuerza la derrota del Gobierno en Buenos Aires
El piso se abrió bajo los pies de los mercados argentinos. En un lunes negro, inversores locales y globales votaron con contundencia en contra del resultado de las elecciones bonaerenses, traduciendo la sorpresiva derrota oficialista en una estampida generalizada que arrastró todos los activos. El mensaje es claro y brutal: la incertidumbre política se instaló como el mayor riesgo para la economía.
La jornada opera en un clima de alta tensión, con ajustes inmediatos. El dólar minorista y mayorista se dispararon en un rango de 5 a 7 por ciento. En el mercado mayorista, la divisa trepó a $1.450, un salto del 7% que la acerca peligrosamente al techo de la banda de flotación en $1.475. Este movimiento no es técnico; es puramente político. El tipo de cambio formal ajusta a un nuevo y más volátil contexto.
Pero el verdadero pánico se vivió en Wall Street. Con la apertura, los ADR argentinos se desplomaron en medio de un vendaval de ventas, particularmente en bancos y energéticas. Las caídas son estratosféricas: Banco Francés se derrumbó 19,9%, Banco Macro un 20,7% y Grupo Galicia un 17,4%. YPF, la joya energética, no fue la excepción y retrocedió un 13,7%. La plaza local no se quedó atrás: el S&P Merval se hundió 13% en pesos hacia el mediodía.
La derrota en el bastión peronista, con un diferencial de 13,7 puntos que tomó por sorpresa a todos, including al propio Gobierno, activó todas las alarmas. El mercado comenzó a descontar de inmediato un escenario más complejo: la probabilidad de que las reformas económicas se estanquen y la incertidumbre sobre las futuras fuentes de financiamiento externo. Morgan Stanley fue contundente en un comunicado a sus clientes: el escenario central ahora es bajista.
El castigo se extendió sin piedad a la deuda. Los bonos Globales bajo ley extranjera registraron caídas brutales. El Global 2035 se derrumbó 8,7%, el Global 2030 un 6,9% y el Global 2029 un 5,8%. Este masivo éxodo de inversores elevó el riesgo país, el termómetro de la desconfianza, que superó los 1.034 puntos básicos. La brecha con los bonos seguros del Tesoro estadounidense se amplió de manera alarmante.
Frente al terremoto, la reacción del oficialismo fue ratificar el rumbo económico pero admitir cambios políticos de cara a las legislativas de octubre. Sin embargo, para los operadores, esta estrategia tiene un costo altísimo. Analistas prevén que la administración se verá forzada a redoblar la apuesta: más intervención en el dólar, suba de tasas y quema de reservas para contener la tormenta. La transición hacia octubre se anuncia extremadamente turbulenta.
La contundencia del veredicto del mercado deja una enseñanza cruda: la estabilidad financiera construida en los últimos meses es frágil y depende de un delicado equilibrio político que acaba de resquebrajarse. El Gobierno no solo perdió una provincia; perdió, por ahora, la confianza de Wall Street. El camino por delante es estrecho, empinado y está minado de incertidumbre. La calma ha terminado