El día que Cavani desafió el régimen: la anécdota oculta del vestuario de Boca que terminó con una disculpa pública

Martes, 09 de Diciembre del 2025 - 13:16 hs.

El aire en la Ciudad Deportiva de Ezeiza era espeso aquel día de pretemporada. Diego Martínez, fresco en el cargo, diagramó un ejercicio táctico con reglas estrictas: presión alta, movimientos específicos, cero concesiones. La idea era clavar un concepto. Pero entre el grupo de figuras, una comenzó a resquebrajar el plan. Edinson Cavani, el delantero estrella, la referencia, empezó a ignorar las consignas. “Edi no las cumplía. ¿Y qué hacés vos como entrenador? Se las cobrás”, relató Martínez, sin tapujos, en un curso de directores técnicos de la Escuela ATFA Alvear.

La tensión subió con cada repetición. Martínez, ante la reiterada transgresión, tomó una decisión drástica: sacó a Cavani del ejercicio y lo mandó a hacer trabajo físico aparte. Un silencio incómodo, cargado de la adrenalina de un plantel acostumbrado a los dramas, cubrió el campo de entrenamiento. Fue entonces cuando Marcos Rojo, el central de carácter explosivo, asumió un rol inesperado: el de mediador. “Marcos, que entrena como juega y es una fiera, empezó a decir: ‘No, no, vamos a terminarlo, Diego. Dejémonos de hinchar’”, recordó el entrenador. Con el pedido del referente defensivo, el ejercicio se reanudó. El resultado fue un silencio elocuente y una ejecución perfecta. “No voló una mosca. Edi no le erró a una sola regla, terminó haciendo goles, salió espectacular”.

Pero el verdadero desenlace llegó al día siguiente, en la sala de video. Cuando Martínez esperaba el momento para repasar conceptos, Cavani pidió la palabra. Ante todos sus compañeros, el uruguayo se dirigió al técnico: “Diego, ¿puedo decir algo?”. Y procedió a pedir disculpas, públicamente, al DT y al grupo. Un gesto de grandeza que, para Martínez, selló más que cualquier táctica: “Estos jugadores te prueban. Quieren ver hasta dónde llegás, si sos coherente. Después, cuando ven que hay reglas para todos, se pliegan”.

La anécdota, una ventana a la gestión de egos en un vestuario de alto voltaje como el de Boca, muestra el delicado equilibrio entre la firmeza y la sensibilidad que exige el banco. Martínez, cuyo ciclo en el Xeneize tuvo luces y sombras (45 partidos, 21 triunfos, 11 derrotas y una conocida dificultad fuera de La Bombonera), demostró que, a veces, el partido más difícil se juega lejos de las cámaras, entre consignas tácticas y la psiquis de figuras mundialistas.

Fue un episodio breve, quizás uno entre cientos en una temporada, pero que resume la esencia de dirigir: la autoridad no se negocia, pero el respeto se gana. Y aquel día, en el silencio posterior a la tormenta y en la disculpa pública de un crack, un técnico y un plantel encontraron, por un momento, su propio lenguaje