Argentina en la hora de la decisión: Diputados aprueba atrasar los relojes una Hora
La madrugada en el Congreso no fue solo por el paso de las horas. En una sesión maratónica que extendió el debate hasta altas horas, la Cámara de Diputados dio un paso histórico al aprobar el proyecto de ley que busca modificar el huso horario oficial de la Argentina. La iniciativa, impulsada por el radical mendocino Julio Cobos, obtuvo 151 votos a favor, 66 en contra y 8 abstenciones, y propone un cambio contundente: atrasar todos los relojes del país una hora, pasando del actual -03 GMT al -04 GMT.
El núcleo del debate es geográfico, pero sus ramificaciones son económicas, sociales y hasta de salud. Cobos, en los fundamentos de su proyecto, esgrime que existe un “desfasaje histórico”. Argentina se rige por un huso horario que no se corresponde con su posición en el globo. La mayor parte del territorio nacional, desde Buenos Aires hasta Mendoza, se encuentra naturalmente dentro de la franja del -04 GMT. Solo una porción de la región cordillerana cae dentro del -05 GMT. Este desajuste, argumenta, no es solo una curiosidad cartográfica: se paga con mayor consumo de luz, alteraciones en el rendimiento de los estudiantes y un persistente “jet lag social” que carcome el bienestar de la población.
La historia horaria argentina es un vaivén de decisiones políticas. No siempre se vivió en el -03 GMT. Durante casi medio siglo, desde 1920, el país se rigió por el -04 GMT. Los cambios comenzaron con decretos que instauraban horarios de verano, hasta que en 1969 se fijó de manera permanente el huso que rige hoy. Intentos hubo varios: una ley en 1999 estableció brevemente el -04, pero fue rápidamente derogada. En 2007, se sancionó una norma para alternar entre -03 en invierno y -02 en verano, pero quedó en suspenso y nunca se aplicó de manera consistente. Esta inestabilidad normativa es el telón de fondo sobre el que se libra la nueva batalla.
Los beneficios prometidos son el motor de la iniciativa. Un informe del CONICET citado en el debate es contundente: el uso de la luz natural en horarios matutinos reduciría drásticamente el consumo eléctrico. El ejemplo más claro está en las aulas, donde el gasto pasaría de 104,3 kWh a 59,7 kWh. Las mañanas más iluminadas favorecerían la concentración y el desempeño escolar. Además, se alinearía el huso horario con el de los principales socios del Mercosur—Brasil, Paraguay y gran parte de Chile—simplificando operaciones comerciales, financieras y logísticas.
Pero no es un camino de rosas. Las críticas surgen desde el escepticismo. Algunos actores del sector energético advierten que el ahorro podría ser marginal y que la transición inicial generará un inevitable trastorno en las rutinas establecidas: horarios laborales, turnos escolares y frecuencias de transporte deberán reacomodarse, con la consiguiente molestia para la ciudadanía. La pregunta que flota en el aire es si el país está dispuesto a soportar ese corto plazo de incomodidad a cambio de los beneficios a mediano y largo plazo que exhiben experiencias internacionales similares.
Ahora, la pelota está en el Senado. El proyecto, que también autoriza al Poder Ejecutivo a retornar temporalmente al -03 GMT en los veranos si lo considera necesario, deberá ser debatido por la Cámara alta para convertirse en ley. Si lo logra, y si no media un veto presidencial, los argentinos vivirán un amanecer distinto: el sol saldrá y se pondrá antes. La siesta tendrá otra luz, la noche cerrará más temprano y la vida cotidiana se transformará. El debate sobre qué hora es, en el fondo, es un debate sobre cómo queremos vivir