El silencio roto de Canela: una infancia marcada por el abuso y una vida dedicada a la palabra

Miercoles, 17 de Septiembre del 2025 - 14:10 hs.

La noche del miércoles, en el estudio de A24, el aire se condensó. No era para menos. Frente a Luis Novaresio, una voz familiar para generaciones de argentinos, la de Canela, se quebró para narrar lo innarrable. Con una serenidad que estremeció, Gigliola Zecchin, de 82 años, confesó: “Yo fui abusada, nunca lo pude contar hasta ahora”. La revelación, surgida desde lo más profundo de su memoria, transformó la entrevista en un testimonio crudo y sanador.

No fue un relato planificado. Surgió de la escritura, de ese lugar íntimo donde las palabras fluyen sin censura. “Conté que sufrí un abuso porque surgió de la escritura. Yo no hablé nunca con nadie de esta experiencia cuando era niña, tan pequeña. Simplemente fluyó y sentí que tenía hoy que dar testimonio en nombre de todos los niños que sufren abuso y que no lo pueden decir”, explicó con una voz que mezclaba el dolor con una férrea determinación.

Con los ojos de la niña que fue, recordó el contexto de abandono que rodeó el hecho. Habló de los “ámbitos de abandono que los chicos padecen en esos límites que plantea el hambre, la guerra, el miedo”. Esa Italia de posguerra, de donde emigró a los 9 años tras la muerte de su padre, era un escenario de precariedad. “Cualquiera de las cosas que hacen que una madre deje a su hijo en un lugar poco conocido. Y bueno, allí fui abusada y la manera en que lo cuento tiene que ver con la niña que nunca abrió los ojos”, relató, estremecida por el recuerdo que permanece intacto.

La memoria sensorial es imborrable. “Tengo muy presente lo siniestro de ese lugar: las gallinas, un gallo que las perseguía, el olor a cebolla. Todo lo tengo grabado”, describió, pintando con palabras un cuadro de terror infantil. El silencio, dijo, fue su mecanismo de supervivencia. “Nunca sentí necesidad de contarlo, era una manera de preservarme. Tenía tanto terror y me sentía tan invadida por algo monstruoso que ni siquiera pensé que era una persona”.

Incluso la terapia, a lo largo de su vida, fue un territorio que evitó transitar para este tema. “Era algo muy metido dentro de mí. Nunca sabré qué me deja esta experiencia”, admitió. Al ser consultada sobre qué le diría hoy a su abusador, su respuesta fue contundente y humana: “Le pediría que se arrodillase y me pidiera perdón. ¿Lo perdonaría? No lo sé”.

Una vida forjada en la resiliencia

La confesión de Canela adquiere una dimensión aún más potente al repasar su monumental trayectoria. Nacida en Vicenza en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, su vida estuvo marcada por el exilio y la reinvención. Llegó a Argentina en 1951, a Córdoba, en una travesía que ella y su familia vivieron como la llegada a “América”, un sinónimo de esperanza.

Esa niña que cargaba un secreto tan pesado se convirtió en una de las figuras más respetadas del periodismo cultural y la literatura infantil. Locutora nacional, conductora de ciclos emblemáticos como “Buenas tardes, mucho gusto” y “En casa de Canela”, y productora de contenidos de calidad. Su programa “El periodismo que viene” en Canal 13-TN formó a generaciones de comunicadores.

En el mundo editorial, su huella es indeleble. Al frente del Departamento de Literatura para Niños y Jóvenes de Editorial Sudamericana, concibió doce colecciones y editó más de 250 títulos, moldeando el imaginario de miles de jóvenes lectores. Como autora, publicó alrededor de 30 libros para niños y 5 para adultos, con distinciones internacionales como la inclusión de “Marisa que borra” en el catálogo White Ravens de Alemania.

Su vitrina de premios es abrumadora: la Orden de Caballero del Gobierno Italiano, la Medalla de Oro de Vicenza, tres Martín Fierro, el Premio Manuel Belgrano a la ética periodística y la Medalla del Bicentenario, entre muchos otros.

Hoy, alejada de la pantalla chica desde 2019, se dedica a la poesía. Su próximo libro, significativamente, se titulará “Caja Dolora”. “Le quise poner el femenino al dolor, porque somos nosotras las que parimos con dolor”, explicó.

Canela, la mujer que construyó una carrera brillante sobre las bases de un dolor callado, finalmente rompió el silencio. No para buscar compasión, sino para tender un puente. Para que su voz, familiar y serena, sea también la voz de todos aquellos que, como aquella niña en Italia, aún no pueden abrir los ojos ni encontrar las palabras