Aniversario

A 87 años de “La Noche de los Cristales rotos”

Domingo, 09 de Noviembre del 2025 - 09:56 hs.

Entre la noche del  9 y 10 de noviembre de 1938, el mundo iba a ser testigo de  una ola de terror contra la población judía, que se iba a desatar en  Alemania, Austria y los territorios del este europeo.

La violencia incitada por el Partido Nazi y la Juventud Hitleriana encontró eco en un sector de la población civil. 

Se incendiaron más de 200 sinagogas, junto con negocios y viviendas de la comunidad judía, cuyos vidrios destrozados dieron nombre a esa jornada trágica. 

Por entonces, la política del nazismo estaba caracterizada por la persecución de judíos, gitanos, testigos de Jehová, opositores políticos, enfermos mentales y discapacitados.

Fue tal vez el inicio, durante la década del ´30 del siglo pasado, de la llamada “solución final” de 1941.

Aquella ola de deportaciones y exterminio masivo en campos de concentración se iba a interrumpir en 1945, con el interrumpió fin de la Segunda Guerra Mundial.

Leyes de Nüremberg

En la Alemania nazi de 1935, se iban a sancionar las Leyes de Nüremberg implementándose una política de exclusión de las minorías.

La norma incluía «Ley para la Protección de la Sangre Alemana y del Honor Alemán», que determinaba quién podía considerarse como ciudadano alemán o quiénes  pertenecían “a otras razas”, prohibiendo los matrimonios entre arios y judíos.

A partir de entonces,  los judíos de Alemania  -incluyendo a aquellos que tenían algún abuelo judío-  se convirtieron  en personas con derechos limitados.

Tales políticas de exclusión y la  prédica antijudía del régimen nacional-socialista constituyeron el marco que posibilitó la persecución violenta.

En ese marco fue que los días 9 y 10 de noviembre de 1938, tropas de asalto junto a ciudadanos comunes  iban a saquear  hogares y negocios judíos en decenas de ciudades alemanas: destruyendo edificios, quemando  libros y golpeando personas.

En esas jornadas se iban a vivir ataques conocidos como pogrom y recordado a través de las décadas, como La Noche de los Cristales Rotos» a modo de describir cómo quedaron las ciudades, con calles cubiertas de vidrios rotos producto de destrucción de viviendas,  vidrieras de  comercios y  sinagogas.

Los responsables nazis iban a justificar la violencia al destacar que se trató de una reacción espontánea de la población tras el asesinado, 24 horas antes, del secretario de la embajada alemana en París, en manos de un judío-polaco de origen alemán.

Durante 24 horas fueron asesinados un centenar de judíos, 30.000 fueron detenidos y deportados en masa a  los campos de concentración en Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau. 

Las casas de la población judía, así como sus hospitales y sus escuelas, fueron saqueadas y destruidas por los atacantes, demoliéndolas con mazos. Más de 1000 sinagogas fueron quemadas —95 solo en Viena— y más de 7000 tiendas de propiedad de judíos fueron destruidas o seriamente dañadas. 

Luego, en una nueva etapa, se desataría una persistente persecución a la población judía al igual que a toda aquella comunidad que no fuera considerada  “raza aria pura” –gitanos, discapacitados, enfermos mentales- hasta llegar a la “solución final” del “Holocausto.