La cuñada de Van Gogh y un legado que perduró en el tiempo
Cuando me casé con Theo Van Gogh a los 27 años, mi vida parecía encaminarse hacia una estabilidad que poco duraría. Mi esposo, marchante de arte y hermano del atormentado pintor Vincent Van Gogh, ya estaba gravemente enfermo de sífilis, y aunque tuvimos un hijo, nuestra felicidad fue efímera.
En 1890, Vincent se quitó la vida, y apenas seis meses después, Theo también falleció, dejándome viuda y con un hijo pequeño. Fue un golpe devastador que cambió mi vida para siempre.
- Además de mi dolor, heredé un legado que pocos habrían sabido manejar, un apartamento en París y más de 400 cuadros de un artista fracasado. En ese momento, Vincent Van Gogh apenas había vendido tres cuadros en su vida y era considerado un pintor mediocre, prácticamente desconocido en el mundo del arte.
Pero yo creía en el talento de Vincent, y decidí dar a conocer su obra. Vendí nuestro apartamento en París y me mudé a Holanda, donde convertí una casa en una pensión. Mientras trabajaba para mantenerme, también inicié una misión personal , hacer que el mundo reconociera el genio de Vincent.
Poco a poco, organicé exposiciones y me encargué de publicar las cartas entre Vincent y Theo, que revelaban la pasión y la lucha del artista. Mi mayor logro llegó en 1905, cuando organicé una gran retrospectiva de Van Gogh. La exhibición despertó el interés de coleccionistas, museos y críticos de arte.
Así comenzó la leyenda del genio incomprendido, el artista cuya obra vibrante y emotiva conquistaría al mundo. Hoy, Van Gogh es sinónimo de genialidad y tragedia, pero sin mi determinación y esfuerzo, quizás nunca lo habríamos conocido. Fui yo quien luchó contra el olvido y convirtió el fracaso en historia. Me enorgullece haber podido dar a conocer la obra de Vincent y hacer que su legado perdure en el tiempo.
Fuente: Datos históricos