El Ritual de Iniciación: Paul Aron, a la pista en Monza mientras Alpine cumple con la letra chica
La escena se repetirá este viernes en el Temple of Speed. Mientras los motores rugen por primera vez en el fin de semana, un joven de 21 años, con el casco ajustado y los nervios de acero, ocupará el asiento que normalmente pertenece a Franco Colapinto. Paul Aron, piloto reserva de Alpine, tendrá su bautismo de fuego oficial con el equipo francés durante la primera práctica libre del Gran Premio de Italia.
La decisión, comunicada formalmente por la escudería, no es una elección caprichosa. Responde a una normativa de la F1 que, desde esta temporada, se ha vuelto más exigente: cada monoplaza debe ser cedido a un rookie —un piloto novato— en dos oportunidades a lo largo del año durante los entrenamientos libres del viernes. Es un mecanismo forzado para que las promesas respiren el aire de la categoría reina y los equipos evalúen talento fresco.
Para Aron, oriundo de Tallin, Estonia, no será la primera vez que siente el agarre de un F1 en un fin de semana de Gran Premio. Ya lo hizo en dos ocasiones, pero con la sobreviviente Sauber: en Silverstone, donde finalizó 17º, y en Hungría, donde un problema mecánico lo limitó a apenas ocho vueltas. Sin embargo, Monza marcará un antes y un después. Será su estreno con Alpine, el equipo al que pertenece, la estructura que conoce desde adentro y para la que ha trabajado incansablemente en el simulador, moldeando el futuro del A525 para Pierre Gasly y para el propio Colapinto.
“Tengo muchas ganas de ponerme al volante. Conozco a todos muy bien desde que me incorporé y agradezco la confianza del equipo”, declaró Aron, cuyo objetivo declarado es claro y contundente: conseguir un asiento titular en la grilla para 2026. Su performance en los test de Pirelli en Hungría, donde fue el más rápido en la primera jornada, avala sus ambiciones. Completó 159 vueltas, una hazaña de resistencia y consistencia, recogiendo datos vitales para el desarrollo.
Mientras Aron cumple con el ritual de iniciación en el pavimento histórico de Monza, Colapinto observará. No es un paso atrás, sino parte de la coreografía reglamentaria de la F1 moderna. El argentino, que ya ha saboreado las mielas y los desafíos de su año debut, cederá temporalmente su máquina, pero no su lugar. Su base está firme.
El circuito de Monza, con sus rectas interminables y su aura de leyenda, será el escenario perfecto para que un nuevo nombre se sume a la conversación. Paul Aron no va sólo a cumplir con un trámite. Va a dejar una marca, a gritar sin palabras que está listo para lo que viene. La F1, cruel y magnética, siempre está mirando